martes, 22 de enero de 2008

¿QUÉ PLANTEA EL IDEALISMO FILOSÓFICO?
Por. Nixon Dávila Silva.
La filosofía plantea que las ideas que existen en la sociedad son el reflejo de las condiciones de su vida material. Según sea el modo de producción, así son las ideas, las teorías, las concepciones e instituciones políticas de la sociedad. La filosofía es una concepción del mundo, específica por su contenido y por su forma, que argumenta teóricamente sus principios y conclusiones. Por varias que sean las doctrinas filosóficas, todas tienen como punto de partida teórico, el problema de la relación entre la conciencia y la existencia; entre lo espiritual y lo material. “El problema fundamental de toda filosofía es el problema e la relación entre el pensar y el ser”. A partir de la interrogante ¿Qué relación existen entre lo espiritual y lo material, entre la conciencia y el mundo objetivo? Surge la división de los filósofos en dos grandes concepciones, según la constatación que dan a esta pregunta.
El idealismo es una corriente filosófica opuesta al materialismo, en el modo de resolver la cuestión fundamental de la filosofía. Parte de que la primario es lo espiritual, lo inmaterial y lo secundario, lo material.
El idealismo ve la conciencia al margen de la naturaleza, con lo que mistifica necesariamente la conciencia humana y el proceso de conocimiento a menudo conduce al escepticismo. El idealismo contrapone al determinismo materialista el punto de vista ideológico (de los fines). De allí su importancia, sobre todo permite el desarrollo del pensar teórico.
Personalmente pienso que el idealismo filosófico por sus raíces socales aparece como concepción del mundo de las clases sociales conservadoras y reaccionarias y lucha contra las fuerzas populares, confiere significado absoluto a las dificultades inevitables que surgen en el desarrollo del conocimiento humano y en eso frena el progreso científico, por tal razón no estoy de acuerdo con esta concepción filosófica.
El idealismo filosófico plantea:
- Que el espíritu es lo que crea la materia, Dios es quien ha creado el mundo, la materia, hecho que no está comprobado científicamente.
- El espíritu posee carácter primario, este principio coincide a las tesis de la religión sobre la naturaleza.
- Niega el conocimiento del mundo, no acepta que el hombre sea capaz de conocer la naturaleza interna de las cosas.

Todos los planteamientos no tienen fundamento científico, sino puramente metafísico. Y de lo analizado puedo concluir :
- Que el idealismo filosófico toma como método principal el método metafísico.
- Considera las cosas como algo fijo, inmóvil e inmutable.
- Considera las cosas aisladas unas de otras.
- Considera que las causas del cambio y desarrollo de las cosas están fuera de ellas.

Todo esto permite ratificarme que el idealismo filosófico es una corriente metafísica que está al servicio de las clases reaccionarias y explotadoras que dificultad el desarrollo y progreso de los pueblos.

Bibliografía.
AFNANSIEV. V (1986). Manuel de filosofía. Ed. Cosmos. Lima.
AGUAYO (1992). Filosofía y nuevas orientaciones de la educación. Ed. Cultura. S.A. La Habana.
DYNNIK M.A (1960). Historia de la filosofía. Ed. Grijalbo. México.

¿QUÉ PLANTEA EL IDEALISMO FILOSÓFICO?
Por. Nixon Dávila Silva.
La filosofía plantea que las ideas que existen en la sociedad son el reflejo de las condiciones de su vida material. Según sea el modo de producción, así son las ideas, las teorías, las concepciones e instituciones políticas de la sociedad. La filosofía es una concepción del mundo, específica por su contenido y por su forma, que argumenta teóricamente sus principios y conclusiones. Por varias que sean las doctrinas filosóficas, todas tienen como punto de partida teórico, el problema de la relación entre la conciencia y la existencia; entre lo espiritual y lo material. “El problema fundamental de toda filosofía es el problema e la relación entre el pensar y el ser”. A partir de la interrogante ¿Qué relación existen entre lo espiritual y lo material, entre la conciencia y el mundo objetivo? Surge la división de los filósofos en dos grandes concepciones, según la constatación que dan a esta pregunta.
El idealismo es una corriente filosófica opuesta al materialismo, en el modo de resolver la cuestión fundamental de la filosofía. Parte de que la primario es lo espiritual, lo inmaterial y lo secundario, lo material.
El idealismo ve la conciencia al margen de la naturaleza, con lo que mistifica necesariamente la conciencia humana y el proceso de conocimiento a menudo conduce al escepticismo. El idealismo contrapone al determinismo materialista el punto de vista ideológico (de los fines). De allí su importancia, sobre todo permite el desarrollo del pensar teórico.
Personalmente pienso que el idealismo filosófico por sus raíces socales aparece como concepción del mundo de las clases sociales conservadoras y reaccionarias y lucha contra las fuerzas populares, confiere significado absoluto a las dificultades inevitables que surgen en el desarrollo del conocimiento humano y en eso frena el progreso científico, por tal razón no estoy de acuerdo con esta concepción filosófica.
El idealismo filosófico plantea:
- Que el espíritu es lo que crea la materia, Dios es quien ha creado el mundo, la materia, hecho que no está comprobado científicamente.
- El espíritu posee carácter primario, este principio coincide a las tesis de la religión sobre la naturaleza.
- Niega el conocimiento del mundo, no acepta que el hombre sea capaz de conocer la naturaleza interna de las cosas.

Todos los planteamientos no tienen fundamento científico, sino puramente metafísico. Y de lo analizado puedo concluir :
- Que el idealismo filosófico toma como método principal el método metafísico.
- Considera las cosas como algo fijo, inmóvil e inmutable.
- Considera las cosas aisladas unas de otras.
- Considera que las causas del cambio y desarrollo de las cosas están fuera de ellas.

Todo esto permite ratificarme que el idealismo filosófico es una corriente metafísica que está al servicio de las clases reaccionarias y explotadoras que dificultad el desarrollo y progreso de los pueblos.

Bibliografía.
AFNANSIEV. V (1986). Manuel de filosofía. Ed. Cosmos. Lima.
AGUAYO (1992). Filosofía y nuevas orientaciones de la educación. Ed. Cultura. S.A. La Habana.
DYNNIK M.A (1960). Historia de la filosofía. Ed. Grijalbo. México.

¿QUÉ PLANTEA EL IDEALISMO FILOSÓFICO?
Por. Nixon Dávila Silva.
La filosofía plantea que las ideas que existen en la sociedad son el reflejo de las condiciones de su vida material. Según sea el modo de producción, así son las ideas, las teorías, las concepciones e instituciones políticas de la sociedad. La filosofía es una concepción del mundo, específica por su contenido y por su forma, que argumenta teóricamente sus principios y conclusiones. Por varias que sean las doctrinas filosóficas, todas tienen como punto de partida teórico, el problema de la relación entre la conciencia y la existencia; entre lo espiritual y lo material. “El problema fundamental de toda filosofía es el problema e la relación entre el pensar y el ser”. A partir de la interrogante ¿Qué relación existen entre lo espiritual y lo material, entre la conciencia y el mundo objetivo? Surge la división de los filósofos en dos grandes concepciones, según la constatación que dan a esta pregunta.
El idealismo es una corriente filosófica opuesta al materialismo, en el modo de resolver la cuestión fundamental de la filosofía. Parte de que la primario es lo espiritual, lo inmaterial y lo secundario, lo material.
El idealismo ve la conciencia al margen de la naturaleza, con lo que mistifica necesariamente la conciencia humana y el proceso de conocimiento a menudo conduce al escepticismo. El idealismo contrapone al determinismo materialista el punto de vista ideológico (de los fines). De allí su importancia, sobre todo permite el desarrollo del pensar teórico.
Personalmente pienso que el idealismo filosófico por sus raíces socales aparece como concepción del mundo de las clases sociales conservadoras y reaccionarias y lucha contra las fuerzas populares, confiere significado absoluto a las dificultades inevitables que surgen en el desarrollo del conocimiento humano y en eso frena el progreso científico, por tal razón no estoy de acuerdo con esta concepción filosófica.
El idealismo filosófico plantea:
- Que el espíritu es lo que crea la materia, Dios es quien ha creado el mundo, la materia, hecho que no está comprobado científicamente.
- El espíritu posee carácter primario, este principio coincide a las tesis de la religión sobre la naturaleza.
- Niega el conocimiento del mundo, no acepta que el hombre sea capaz de conocer la naturaleza interna de las cosas.

Todos los planteamientos no tienen fundamento científico, sino puramente metafísico. Y de lo analizado puedo concluir :
- Que el idealismo filosófico toma como método principal el método metafísico.
- Considera las cosas como algo fijo, inmóvil e inmutable.
- Considera las cosas aisladas unas de otras.
- Considera que las causas del cambio y desarrollo de las cosas están fuera de ellas.

Todo esto permite ratificarme que el idealismo filosófico es una corriente metafísica que está al servicio de las clases reaccionarias y explotadoras que dificultad el desarrollo y progreso de los pueblos.

Bibliografía.
AFNANSIEV. V (1986). Manuel de filosofía. Ed. Cosmos. Lima.
AGUAYO (1992). Filosofía y nuevas orientaciones de la educación. Ed. Cultura. S.A. La Habana.
DYNNIK M.A (1960). Historia de la filosofía. Ed. Grijalbo. México.

¿QUÉ PLANTEA EL IDEALISMO FILOSÓFICO?
Por. Nixon Dávila Silva.
La filosofía plantea que las ideas que existen en la sociedad son el reflejo de las condiciones de su vida material. Según sea el modo de producción, así son las ideas, las teorías, las concepciones e instituciones políticas de la sociedad. La filosofía es una concepción del mundo, específica por su contenido y por su forma, que argumenta teóricamente sus principios y conclusiones. Por varias que sean las doctrinas filosóficas, todas tienen como punto de partida teórico, el problema de la relación entre la conciencia y la existencia; entre lo espiritual y lo material. “El problema fundamental de toda filosofía es el problema e la relación entre el pensar y el ser”. A partir de la interrogante ¿Qué relación existen entre lo espiritual y lo material, entre la conciencia y el mundo objetivo? Surge la división de los filósofos en dos grandes concepciones, según la constatación que dan a esta pregunta.
El idealismo es una corriente filosófica opuesta al materialismo, en el modo de resolver la cuestión fundamental de la filosofía. Parte de que la primario es lo espiritual, lo inmaterial y lo secundario, lo material.
El idealismo ve la conciencia al margen de la naturaleza, con lo que mistifica necesariamente la conciencia humana y el proceso de conocimiento a menudo conduce al escepticismo. El idealismo contrapone al determinismo materialista el punto de vista ideológico (de los fines). De allí su importancia, sobre todo permite el desarrollo del pensar teórico.
Personalmente pienso que el idealismo filosófico por sus raíces socales aparece como concepción del mundo de las clases sociales conservadoras y reaccionarias y lucha contra las fuerzas populares, confiere significado absoluto a las dificultades inevitables que surgen en el desarrollo del conocimiento humano y en eso frena el progreso científico, por tal razón no estoy de acuerdo con esta concepción filosófica.
El idealismo filosófico plantea:
- Que el espíritu es lo que crea la materia, Dios es quien ha creado el mundo, la materia, hecho que no está comprobado científicamente.
- El espíritu posee carácter primario, este principio coincide a las tesis de la religión sobre la naturaleza.
- Niega el conocimiento del mundo, no acepta que el hombre sea capaz de conocer la naturaleza interna de las cosas.

Todos los planteamientos no tienen fundamento científico, sino puramente metafísico. Y de lo analizado puedo concluir :
- Que el idealismo filosófico toma como método principal el método metafísico.
- Considera las cosas como algo fijo, inmóvil e inmutable.
- Considera las cosas aisladas unas de otras.
- Considera que las causas del cambio y desarrollo de las cosas están fuera de ellas.

Todo esto permite ratificarme que el idealismo filosófico es una corriente metafísica que está al servicio de las clases reaccionarias y explotadoras que dificultad el desarrollo y progreso de los pueblos.

Bibliografía.
AFNANSIEV. V (1986). Manuel de filosofía. Ed. Cosmos. Lima.
AGUAYO (1992). Filosofía y nuevas orientaciones de la educación. Ed. Cultura. S.A. La Habana.
DYNNIK M.A (1960). Historia de la filosofía. Ed. Grijalbo. México.

AFLICCIÓN O PREOCUPACIÓN QUE ESTAMOS VIVIENDO EN NUESTRO PAIS

Por. María Nélida Sánchez Fernández[1]

Es cierto que el mundo es un potrero, y con su plenitud, no se puede compara su maravillosa grandeza natural ¿Quién habita en este maravilloso mudo?. El hombre, los animales, las cosas ratifícales creadas e inventadas por el hombre a través de sus conocimientos científicos, tecnológicos, otros factores y fenómenos que conforman el mundo actual. Pero el hombre fue elegido como ser racional para dominar la naturaleza dotado de su libertad de cualquier forma. Si el hombre es elegido como ser inteligente, racional, dotado de libertad, y también, el mundo para que en el se enseñoree. Como está actuando sabemos que el hombre es un ser racional a diferencia de los animales irracionales estará aplicando este don en su vida cotidiana. Yo digo no, porque hoy en día surgen problemas todo entre seres humanos, porque todo problema es sobre humanos. El hombre está superdotado para manejar de todo lo que existe en el universo y debe hacerlo con conciencia examinar todo y retener lo bueno para que sirva como supervivencia del ser.
En los países del mundo surgen diversos problemas en todos los aspectos, sectores que ha creado el hombre bajo sus mecanismos de ley. Si nos damos cuenta que ni las autoridades respetan estas normas tal es el caso que se vive en nuestro país problemas en todos los aspectos económico, social, cultural, político, etc. Pienso que estamos atravesando una crisis mental, por el desorden y ambigüedad de nuestros representantes de la patria. Cada cual quiere gobernar a su antojo sin reparar el daño que causan a la población.
Si en realidad los gobernantes peruanos tuvieran un poquito de conciencia y practicaran los valores sería una buena visión, cambiaría el panorama, amaran a su país y trabajaran pensando darle otro mérito a nivel nacional y mundial porque el Perú cuenta con un potencial maravilloso de sus recursos naturales. La mayoría de países cuidan sus patrimonios porque saben y valoran que esa es su riqueza nacional.
También desean lo mejor para sus habitantes, buscan cada día ser mejores competitivos en todos los ámbitos, ministerios, sectores y espantoso que otros países actúan con ambigüedad deseando lo que otros países tienen y manipulando para lograr tenerlos. Me refiero a las innumerables recursos naturales, minerales, a la gran biodiversidad, la gran amplitud de nuestros territorios que dan lugar a una producción en la agricultura y ganadería; nuestras aguas que son fuentes de vida de todo ser vivo y por toda esta riqueza natural hay problema en nuestro país.
Si hacemos un breve resumen de la historia como vivió nuestro país en aquellos tiempos de los incas, ellos vivieron unidos, socializados, todos para uno y uno para todos. Sus leyes eran cuatro y se tenían que cumplir. Todo estaba organizado, no tenían ninguna deuda con otros países, aplicaban habilidades técnicas y estrategias para poder conducir al país. Se sometieron de pleno a la producción porque querían hacer un país grande y poderoso. Se sentían orgullosos de ser peruanos y toda la riqueza natural de su país. Pero llega la conquista española y lo derrumba sus planes. El interés de la conquista solamente fue situación económica apropiarse de nuestros suelos y minerales poderosos. Es una emoción de sentimiento recordar toda esta historia que atravesó nuestro país y seguimos en la misma lacra que los gobiernos son flexibles a sus propios beneficios.
Hay un refrán que dice: ”meten una aguja y sacan una barreta” quiere decir que ellos dejan lo mínimo y se llevan todo a su país. Permiten los convenios y negociaciones con países pudientes por préstamos a cambio de nuestros patrimonios nacionales e instituciones y el manejo de otros modelos, estructuras que quieren implantar en Perú.
Es su interés, nosotros no debemos permitir alienación de otros, ni ser copia de nadie. Debemos luchar por nuestra realidad. Si bien es cierto que el ser humano necesita la transformación en forma integral, y el desarrollo de nuestra nación eso lo lograremos despertando el interés de cada peruano en forma individual y colectiva con una mente fresca, serena y voluntariosa construyendo mecanismos con una origen real y concreto sobre todo que facilite el despliegue de cada peruano y poder contribuir. Me refiero que todos somos útiles pero no todos cumplimos la misma función igual que nuestros miembros que cumplen su función igual somos nosotros. Diferentes aficiones, profesiones, utilizando el esfuerzo desinteresado para seguir aportando en bien del desarrollo de nuestro querido país.
[1] IX CICLO: Ciencias Sociales y turismo UN “JOSÉ FAUSTINO SANCHEZ CARRIÓN” (PROFOOSA-JAÉN);Asignatura: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICAAFLICCIÓN O PREOCUPACIÓN QUE ESTAMOS VIVIENDO EN NUESTRO PAIS
Por. María Nélida Sánchez Fernández[1]
Es cierto que el mundo es un potrero, y con su plenitud, no se puede compara su maravillosa grandeza natural ¿Quién habita en este maravilloso mudo?. El hombre, los animales, las cosas ratifícales creadas e inventadas por el hombre a través de sus conocimientos científicos, tecnológicos, otros factores y fenómenos que conforman el mundo actual. Pero el hombre fue elegido como ser racional para dominar la naturaleza dotado de su libertad de cualquier forma. Si el hombre es elegido como ser inteligente, racional, dotado de libertad, y también, el mundo para que en el se enseñoree. Como está actuando sabemos que el hombre es un ser racional a diferencia de los animales irracionales estará aplicando este don en su vida cotidiana. Yo digo no, porque hoy en día surgen problemas todo entre seres humanos, porque todo problema es sobre humanos. El hombre está superdotado para manejar de todo lo que existe en el universo y debe hacerlo con conciencia examinar todo y retener lo bueno para que sirva como supervivencia del ser.
En los países del mundo surgen diversos problemas en todos los aspectos, sectores que ha creado el hombre bajo sus mecanismos de ley. Si nos damos cuenta que ni las autoridades respetan estas normas tal es el caso que se vive en nuestro país problemas en todos los aspectos económico, social, cultural, político, etc. Pienso que estamos atravesando una crisis mental, por el desorden y ambigüedad de nuestros representantes de la patria. Cada cual quiere gobernar a su antojo sin reparar el daño que causan a la población.
Si en realidad los gobernantes peruanos tuvieran un poquito de conciencia y practicaran los valores sería una buena visión, cambiaría el panorama, amaran a su país y trabajaran pensando darle otro mérito a nivel nacional y mundial porque el Perú cuenta con un potencial maravilloso de sus recursos naturales. La mayoría de países cuidan sus patrimonios porque saben y valoran que esa es su riqueza nacional.
También desean lo mejor para sus habitantes, buscan cada día ser mejores competitivos en todos los ámbitos, ministerios, sectores y espantoso que otros países actúan con ambigüedad deseando lo que otros países tienen y manipulando para lograr tenerlos. Me refiero a las innumerables recursos naturales, minerales, a la gran biodiversidad, la gran amplitud de nuestros territorios que dan lugar a una producción en la agricultura y ganadería; nuestras aguas que son fuentes de vida de todo ser vivo y por toda esta riqueza natural hay problema en nuestro país.
Si hacemos un breve resumen de la historia como vivió nuestro país en aquellos tiempos de los incas, ellos vivieron unidos, socializados, todos para uno y uno para todos. Sus leyes eran cuatro y se tenían que cumplir. Todo estaba organizado, no tenían ninguna deuda con otros países, aplicaban habilidades técnicas y estrategias para poder conducir al país. Se sometieron de pleno a la producción porque querían hacer un país grande y poderoso. Se sentían orgullosos de ser peruanos y toda la riqueza natural de su país. Pero llega la conquista española y lo derrumba sus planes. El interés de la conquista solamente fue situación económica apropiarse de nuestros suelos y minerales poderosos. Es una emoción de sentimiento recordar toda esta historia que atravesó nuestro país y seguimos en la misma lacra que los gobiernos son flexibles a sus propios beneficios.
Hay un refrán que dice: ”meten una aguja y sacan una barreta” quiere decir que ellos dejan lo mínimo y se llevan todo a su país. Permiten los convenios y negociaciones con países pudientes por préstamos a cambio de nuestros patrimonios nacionales e instituciones y el manejo de otros modelos, estructuras que quieren implantar en Perú.
Es su interés, nosotros no debemos permitir alienación de otros, ni ser copia de nadie. Debemos luchar por nuestra realidad. Si bien es cierto que el ser humano necesita la transformación en forma integral, y el desarrollo de nuestra nación eso lo lograremos despertando el interés de cada peruano en forma individual y colectiva con una mente fresca, serena y voluntariosa construyendo mecanismos con una origen real y concreto sobre todo que facilite el despliegue de cada peruano y poder contribuir. Me refiero que todos somos útiles pero no todos cumplimos la misma función igual que nuestros miembros que cumplen su función igual somos nosotros. Diferentes aficiones, profesiones, utilizando el esfuerzo desinteresado para seguir aportando en bien del desarrollo de nuestro querido país.
[1] IX CICLO: Ciencias Sociales y turismo UN “JOSÉ FAUSTINO SANCHEZ CARRIÓN” (PROFOOSA-JAÉN);Asignatura: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA

¿ES DIFICIL LA CONVIVENCIA?

Por: Ysidoro Alejandría Alejandría[1].

Nacer es una experiencia que no podemos recordar, sin embargo, con nuestro nacimiento ha nacido un proyecto humano que es fruto de un proyecto común de nuestro padre y nuestra madre. Planificado o no, al menos a la gran mayoría nuestros padres nos han esperado ansiosos y nos han acogido en su casa y nos han dado calor de hogar hasta que el hijo forma su propia familia. Con ello queda claro que es la familia el inicio y el centro del encuentro humano y si algo está fallando ahora, es precisamente en este núcleo. ¿O es que el hombre maduro se adueña del futuro y con su libertad puede abrirse camino sin considerar al resto? Y aquí radica el problema de la convivencia. Veamos:
Muchas cosas se dicen del hombre: Que es la medida de todas las cosas (Proota oras); “Es social por naturaleza” - “es el único animal que posee razón que le indica lo útil y lo dañoso, lo justo y lo injusto” “El fin del hombre es alcanzar su felicidad” (Aristóteles); “Es un ser jalado por la concupiscencia y la ira controladas por la razón”(Platón); “Es una pasión inútil”, “un ser frustrado y fallido” (Sastre); “Es un lobo para el hombre”(Hobbes); “Nace bueno pero la sociedad lo corrompe” (Rousseau); “Es malo por naturaleza”(Spencer); “Es imagen y semejanza de Dios” (Biblia); “Es lo que come”(Lenin); “Es un ser de necesidades”(Marx); “Es una vergüenza dolorosa para el súper hombre”(Nietzsche); “Es el que posee el instinto de a vida y de la muerte” (Freud); “Es ser – en – el mundo” (Heidegger); “Es un ser espiritual capaz de razonar, inventar, progresar, amar, crear, buscar la verdad, tener voluntad libre, conciencia moral, proyectarse al futuro y por ser espiritual es inmortal”(Cristianismo).
Esta realidad humana compleja llevó a otros hombres a reflexionar así: “Me he buscado a mi mismo” (Heráclito); “Lo que vale en el hombre es su carácter moral” (Sócrates); “Conócete a ti mismo” (Sócrates); “Yo soy un desconocido” (Locke); “¿Quién soy yo, dios mió? ¿Qué es mi naturaleza?”… “Me he hecho problema para mi mismo”…. “No vayas fuera, vuélvete a ti mismo; en el interior del hombre se encuentra la verdad” “Nadie sabe lo que es el hombre sino el espíritu del hombre que está en él mismo” “El hombre no sabe lo que es pero sabe que no lo sabe”. “Si me equivoco entonces existo” (San Agustín); “Yo soy yo y mis circunstancias” (Ortega y Gasset)
Y buscar alternativas para que vivamos en armonía:
“Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jesucristo); “El hombre tiene el carácter que él mismo se hace en cuanto sabe perfeccionarse según los fines que de él mismo resultan”. (Kant); “Te puse en medio del mundo para que tú escogieras todo lo que mejor se encuentra en el mundo. No te he hecho ni celestial ni terreno, ni mortal ni inmortal, para que por ti mismo, casi libre y artífice soberano, te plasmaras y te esculpieras en la forma que eligieras. Podrás degenerar en las cosas inferiores, podrás regenerarte en las cosas superiores que son divinas” (Pico de Mirándola).
Por otro lado se consolidaron eventos trascendentales como la “CARTA MAGNA” (en Inglaterra 1215), que establecía un conjunto de derechos y concesiones de los hombres libres; la “Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de América” de 1776; la Constitución Norteamérica de Filadelfia de 1787; la “Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano” (1789) que proclamaba la igualdad de todos los seres humanos. Y muchas otras constituciones durante la Revolución francesa que señalaban derechos individuales de la persona y el concepto de libertad; la constitución de Cádiz en 1812 que desarrolló conceptos de soberanía y primacía del Parlamento, rechazando el origen divino de la realeza y afirmando que la soberanía reside en la nación y la voz de Dios pasó a ser la voz del pueblo; La “Declaración Americana de los derechos y deberes del hombre” OEA, abril de 1948; La “Declaración Universal de los Derechos Humanos” ONU el 10 de diciembre de 1948;La Declaración universal de los derechos del niño del 20 de noviembre de l959; La declaración Universal de los Derechos de la Mujer de 1967, etc. Y múltiples convenciones, tratados y organismos internacionales de cooperación y lucha contra la violencia entre países; así como defensa de la vida - hábitat.
Por tanto es necesario entender que no toda, pero en sociedad hemos realizado pactos colectivos nacidos de las entrañas de la realidad humana que se han convertido en normas y hemos convenido que el hombre es un sujeto de deberes y derechos porque tiene dignidad que debe ser respetada desde su concepción. Desde entonces, vivir en sociedad exige ejercer nuestros derechos y deberes con libertad y con responsabilidad. Y someterse a ciertos principios de convivencia social, a un “juego” de deberes y derechos elementales que no todos estamos dispuestos a aceptar ni vivenciar.
Los derechos nos permiten hacer o exigir todo aquello que nuestra dignidad pide y que la ley y la autoridad lo establecen a nuestro favor. Y los deberes exigen hacer todo aquello que está conforme con la moral, con la recta razón y con las leyes, y no hacer lo que está en contra de estos principios. Los deberes y los derechos son concomitantes pues a cada deber le corresponde un derecho. Un derecho nuestro es un deber de otros y un derecho de otros es un deber nuestro en todas las esferas de la vida: hogar, colegio, barrio, etc. Si no cumplimos nuestros deberes no podemos exigir nuestros derechos. El color de piel, edad, sexo, nacionalidad, instrucción y economía no son motivo ético válido para que unos se sientan con más derechos que otros. Aceptemos que poseemos capacidades diferentes pero discriminar es una grave ofensa a la dignidad humana de la que participamos todos.
El fundamento de la convivencia son los valores, y fundamentalmente los vividos en la familia. Sobre todo el amor y el respeto por la dignidad, que nos lleva a aceptar a los demás tal y como son, ayudándolos a ser mejores. La verdad que genera confianza y la justicia que permite el reinado de la paz. La convivencia entre los hombres es una realidad espiritual porque en ella los hombres se comunican unos a otros a la luz de la verdad, comparten sus bienes movidos por el amor, respetan el cumplimiento de los derechos propios y ajenos en una exigencia de justicia, y por tanto la libertad de los ciudadanos para que no se lesionen la dignidad de los hombres. Dentro de la familia deben existir algunas actitudes que favorecen la convivencia y roles irrenunciables que hay que reflexionar porque se están descuidando peligrosamente.
En una comunidad educativa: profesores, alumnos, padres de familia y asociaciones que pertenecen al Centro educativo, también hay que reflexionar en el encargo social que toca desempeñar a cada uno y como institución. Se tiene buscar el diálogo como mecanismo principal de entendimiento. Sin embargo, existen personas que vulneran la dignidad, que no asimilan el valor elemental del respeto a las normas consensuadas, a la propiedad ajena, al ambiente sano, a la dignidad del otro, a la familia, a los símbolos patrios, etc. y lógicamente actúan con absoluta irresponsabilidad haciendo mal las cosas, haciendo esperar y ofendiendo, y viendo en su semejante un competidor al que hay que vencer. Y como esto no es aceptado porque contraviene las buenas costumbres y el orden social, entonces aparecen las normas punitivas, la amonestación, la sanción, el castigo, la cárcel y la muerte como alternativas. Así llenos de sanciones, de persecuciones, de presiones, de encarcelamientos, seguimos haciéndonos daño.
Entonces tenemos que entender que donde hay dos personas en cualquier momento alguien va a ofender a alguien. Pero así como a veces nos sale lo salvaje a todos; tenemos que hablar pues el peor mal es callar y hay que hablar fuerte en la cara del que ofende; que la paz exige luchar y disponerse a perder amigos, familia y la propia vida; que tenemos que convivir con quienes vulneran la dignidad humana; que el trigo y la cizaña no podemos separarlo ahora, que nuestra evolución hacia le perfección humana, es muy lenta, es como un granito de mostaza que tenemos que irrigar y abonar para que crezca.
Finalmente debemos asumir que el problema principal de la agresividad por descontrol, y de la violencia social se encuentra en el hogar. Los padres y madres de familia tenemos que reflexionar seriamente nuestro rol y el compromiso que hemos asumido. Nuestros hijos deben ser respetuosos y cumplidores de reglas elementales de convivencia como el saludar, el usar un lenguaje limpio, el de recurrir a locales apropiados, el respeto al bien ajeno, el saber elegir sus amigos y el no consumir sustancias psicoactivas. De lo contrario nada se puede hacer desde la escuela.

BIBLIOGRAFÍA Y CIBEROGRAFÍA.
· BECERRA, Jessica “Violencia familiar” Fe y Alegría del Perú .Lima. 2000
· CORONEL, Nelson. . “Formando Ciudadanos para un mundo mejor” Fe y Alegría del Perú Lima. 2000.
· FRONDIZI, Rizsieri, ¿Qué son los valores? Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.
· GUIMARAES ROBERTO P……Modernidad, Medio ambiente y ética: los dilemas del mundo en desarrollo. ILPES- CEPAL. Santiago de Chile 1997.
· QUEVEDO Juana y otros. Eduquemos a nuestros hijos para que vivan en armonía”. Fe y Alegría del Perú .Lima. 2000.
· SS. JUAN PABLO II. Evangelium vitae. – Veritates Splendor.
· http://www.gobcan.es/sanidad/scs/su_salud/jovenes/adolescencia.html
· http://www.ilo.org/public/spanish/region/ampro/cinterfor/temas/gender/doc/cinter/pacto/genero/iii.htm
· http://www.encuentra.com/includes/documento.php?IdDoc=359&IdSec=87
[1] Docente de la U N. José Faustino Sánchez Carión . PROFDOSA –Jaén.
¿ES DIFICIL LA CONVIVENCIA?
Por: Ysidoro Alejandría Alejandría[1].
Nacer es una experiencia que no podemos recordar, sin embargo, con nuestro nacimiento ha nacido un proyecto humano que es fruto de un proyecto común de nuestro padre y nuestra madre. Planificado o no, al menos a la gran mayoría nuestros padres nos han esperado ansiosos y nos han acogido en su casa y nos han dado calor de hogar hasta que el hijo forma su propia familia. Con ello queda claro que es la familia el inicio y el centro del encuentro humano y si algo está fallando ahora, es precisamente en este núcleo. ¿O es que el hombre maduro se adueña del futuro y con su libertad puede abrirse camino sin considerar al resto? Y aquí radica el problema de la convivencia. Veamos:
Muchas cosas se dicen del hombre: Que es la medida de todas las cosas (Proota oras); “Es social por naturaleza” - “es el único animal que posee razón que le indica lo útil y lo dañoso, lo justo y lo injusto” “El fin del hombre es alcanzar su felicidad” (Aristóteles); “Es un ser jalado por la concupiscencia y la ira controladas por la razón”(Platón); “Es una pasión inútil”, “un ser frustrado y fallido” (Sastre); “Es un lobo para el hombre”(Hobbes); “Nace bueno pero la sociedad lo corrompe” (Rousseau); “Es malo por naturaleza”(Spencer); “Es imagen y semejanza de Dios” (Biblia); “Es lo que come”(Lenin); “Es un ser de necesidades”(Marx); “Es una vergüenza dolorosa para el súper hombre”(Nietzsche); “Es el que posee el instinto de a vida y de la muerte” (Freud); “Es ser – en – el mundo” (Heidegger); “Es un ser espiritual capaz de razonar, inventar, progresar, amar, crear, buscar la verdad, tener voluntad libre, conciencia moral, proyectarse al futuro y por ser espiritual es inmortal”(Cristianismo).
Esta realidad humana compleja llevó a otros hombres a reflexionar así: “Me he buscado a mi mismo” (Heráclito); “Lo que vale en el hombre es su carácter moral” (Sócrates); “Conócete a ti mismo” (Sócrates); “Yo soy un desconocido” (Locke); “¿Quién soy yo, dios mió? ¿Qué es mi naturaleza?”… “Me he hecho problema para mi mismo”…. “No vayas fuera, vuélvete a ti mismo; en el interior del hombre se encuentra la verdad” “Nadie sabe lo que es el hombre sino el espíritu del hombre que está en él mismo” “El hombre no sabe lo que es pero sabe que no lo sabe”. “Si me equivoco entonces existo” (San Agustín); “Yo soy yo y mis circunstancias” (Ortega y Gasset)
Y buscar alternativas para que vivamos en armonía:
“Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jesucristo); “El hombre tiene el carácter que él mismo se hace en cuanto sabe perfeccionarse según los fines que de él mismo resultan”. (Kant); “Te puse en medio del mundo para que tú escogieras todo lo que mejor se encuentra en el mundo. No te he hecho ni celestial ni terreno, ni mortal ni inmortal, para que por ti mismo, casi libre y artífice soberano, te plasmaras y te esculpieras en la forma que eligieras. Podrás degenerar en las cosas inferiores, podrás regenerarte en las cosas superiores que son divinas” (Pico de Mirándola).
Por otro lado se consolidaron eventos trascendentales como la “CARTA MAGNA” (en Inglaterra 1215), que establecía un conjunto de derechos y concesiones de los hombres libres; la “Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de América” de 1776; la Constitución Norteamérica de Filadelfia de 1787; la “Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano” (1789) que proclamaba la igualdad de todos los seres humanos. Y muchas otras constituciones durante la Revolución francesa que señalaban derechos individuales de la persona y el concepto de libertad; la constitución de Cádiz en 1812 que desarrolló conceptos de soberanía y primacía del Parlamento, rechazando el origen divino de la realeza y afirmando que la soberanía reside en la nación y la voz de Dios pasó a ser la voz del pueblo; La “Declaración Americana de los derechos y deberes del hombre” OEA, abril de 1948; La “Declaración Universal de los Derechos Humanos” ONU el 10 de diciembre de 1948;La Declaración universal de los derechos del niño del 20 de noviembre de l959; La declaración Universal de los Derechos de la Mujer de 1967, etc. Y múltiples convenciones, tratados y organismos internacionales de cooperación y lucha contra la violencia entre países; así como defensa de la vida - hábitat.
Por tanto es necesario entender que no toda, pero en sociedad hemos realizado pactos colectivos nacidos de las entrañas de la realidad humana que se han convertido en normas y hemos convenido que el hombre es un sujeto de deberes y derechos porque tiene dignidad que debe ser respetada desde su concepción. Desde entonces, vivir en sociedad exige ejercer nuestros derechos y deberes con libertad y con responsabilidad. Y someterse a ciertos principios de convivencia social, a un “juego” de deberes y derechos elementales que no todos estamos dispuestos a aceptar ni vivenciar.
Los derechos nos permiten hacer o exigir todo aquello que nuestra dignidad pide y que la ley y la autoridad lo establecen a nuestro favor. Y los deberes exigen hacer todo aquello que está conforme con la moral, con la recta razón y con las leyes, y no hacer lo que está en contra de estos principios. Los deberes y los derechos son concomitantes pues a cada deber le corresponde un derecho. Un derecho nuestro es un deber de otros y un derecho de otros es un deber nuestro en todas las esferas de la vida: hogar, colegio, barrio, etc. Si no cumplimos nuestros deberes no podemos exigir nuestros derechos. El color de piel, edad, sexo, nacionalidad, instrucción y economía no son motivo ético válido para que unos se sientan con más derechos que otros. Aceptemos que poseemos capacidades diferentes pero discriminar es una grave ofensa a la dignidad humana de la que participamos todos.
El fundamento de la convivencia son los valores, y fundamentalmente los vividos en la familia. Sobre todo el amor y el respeto por la dignidad, que nos lleva a aceptar a los demás tal y como son, ayudándolos a ser mejores. La verdad que genera confianza y la justicia que permite el reinado de la paz. La convivencia entre los hombres es una realidad espiritual porque en ella los hombres se comunican unos a otros a la luz de la verdad, comparten sus bienes movidos por el amor, respetan el cumplimiento de los derechos propios y ajenos en una exigencia de justicia, y por tanto la libertad de los ciudadanos para que no se lesionen la dignidad de los hombres. Dentro de la familia deben existir algunas actitudes que favorecen la convivencia y roles irrenunciables que hay que reflexionar porque se están descuidando peligrosamente.
En una comunidad educativa: profesores, alumnos, padres de familia y asociaciones que pertenecen al Centro educativo, también hay que reflexionar en el encargo social que toca desempeñar a cada uno y como institución. Se tiene buscar el diálogo como mecanismo principal de entendimiento. Sin embargo, existen personas que vulneran la dignidad, que no asimilan el valor elemental del respeto a las normas consensuadas, a la propiedad ajena, al ambiente sano, a la dignidad del otro, a la familia, a los símbolos patrios, etc. y lógicamente actúan con absoluta irresponsabilidad haciendo mal las cosas, haciendo esperar y ofendiendo, y viendo en su semejante un competidor al que hay que vencer. Y como esto no es aceptado porque contraviene las buenas costumbres y el orden social, entonces aparecen las normas punitivas, la amonestación, la sanción, el castigo, la cárcel y la muerte como alternativas. Así llenos de sanciones, de persecuciones, de presiones, de encarcelamientos, seguimos haciéndonos daño.
Entonces tenemos que entender que donde hay dos personas en cualquier momento alguien va a ofender a alguien. Pero así como a veces nos sale lo salvaje a todos; tenemos que hablar pues el peor mal es callar y hay que hablar fuerte en la cara del que ofende; que la paz exige luchar y disponerse a perder amigos, familia y la propia vida; que tenemos que convivir con quienes vulneran la dignidad humana; que el trigo y la cizaña no podemos separarlo ahora, que nuestra evolución hacia le perfección humana, es muy lenta, es como un granito de mostaza que tenemos que irrigar y abonar para que crezca.
Finalmente debemos asumir que el problema principal de la agresividad por descontrol, y de la violencia social se encuentra en el hogar. Los padres y madres de familia tenemos que reflexionar seriamente nuestro rol y el compromiso que hemos asumido. Nuestros hijos deben ser respetuosos y cumplidores de reglas elementales de convivencia como el saludar, el usar un lenguaje limpio, el de recurrir a locales apropiados, el respeto al bien ajeno, el saber elegir sus amigos y el no consumir sustancias psicoactivas. De lo contrario nada se puede hacer desde la escuela.

BIBLIOGRAFÍA Y CIBEROGRAFÍA.
· BECERRA, Jessica “Violencia familiar” Fe y Alegría del Perú .Lima. 2000
· CORONEL, Nelson. . “Formando Ciudadanos para un mundo mejor” Fe y Alegría del Perú Lima. 2000.
· FRONDIZI, Rizsieri, ¿Qué son los valores? Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.
· GUIMARAES ROBERTO P……Modernidad, Medio ambiente y ética: los dilemas del mundo en desarrollo. ILPES- CEPAL. Santiago de Chile 1997.
· QUEVEDO Juana y otros. Eduquemos a nuestros hijos para que vivan en armonía”. Fe y Alegría del Perú .Lima. 2000.
· SS. JUAN PABLO II. Evangelium vitae. – Veritates Splendor.
· http://www.gobcan.es/sanidad/scs/su_salud/jovenes/adolescencia.html
· http://www.ilo.org/public/spanish/region/ampro/cinterfor/temas/gender/doc/cinter/pacto/genero/iii.htm
· http://www.encuentra.com/includes/documento.php?IdDoc=359&IdSec=87
[1] Docente de la U N. José Faustino Sánchez Carión . PROFDOSA –Jaén. ¿ES DIFICIL LA CONVIVENCIA?
Por: Ysidoro Alejandría Alejandría[1].
Nacer es una experiencia que no podemos recordar, sin embargo, con nuestro nacimiento ha nacido un proyecto humano que es fruto de un proyecto común de nuestro padre y nuestra madre. Planificado o no, al menos a la gran mayoría nuestros padres nos han esperado ansiosos y nos han acogido en su casa y nos han dado calor de hogar hasta que el hijo forma su propia familia. Con ello queda claro que es la familia el inicio y el centro del encuentro humano y si algo está fallando ahora, es precisamente en este núcleo. ¿O es que el hombre maduro se adueña del futuro y con su libertad puede abrirse camino sin considerar al resto? Y aquí radica el problema de la convivencia. Veamos:
Muchas cosas se dicen del hombre: Que es la medida de todas las cosas (Proota oras); “Es social por naturaleza” - “es el único animal que posee razón que le indica lo útil y lo dañoso, lo justo y lo injusto” “El fin del hombre es alcanzar su felicidad” (Aristóteles); “Es un ser jalado por la concupiscencia y la ira controladas por la razón”(Platón); “Es una pasión inútil”, “un ser frustrado y fallido” (Sastre); “Es un lobo para el hombre”(Hobbes); “Nace bueno pero la sociedad lo corrompe” (Rousseau); “Es malo por naturaleza”(Spencer); “Es imagen y semejanza de Dios” (Biblia); “Es lo que come”(Lenin); “Es un ser de necesidades”(Marx); “Es una vergüenza dolorosa para el súper hombre”(Nietzsche); “Es el que posee el instinto de a vida y de la muerte” (Freud); “Es ser – en – el mundo” (Heidegger); “Es un ser espiritual capaz de razonar, inventar, progresar, amar, crear, buscar la verdad, tener voluntad libre, conciencia moral, proyectarse al futuro y por ser espiritual es inmortal”(Cristianismo).
Esta realidad humana compleja llevó a otros hombres a reflexionar así: “Me he buscado a mi mismo” (Heráclito); “Lo que vale en el hombre es su carácter moral” (Sócrates); “Conócete a ti mismo” (Sócrates); “Yo soy un desconocido” (Locke); “¿Quién soy yo, dios mió? ¿Qué es mi naturaleza?”… “Me he hecho problema para mi mismo”…. “No vayas fuera, vuélvete a ti mismo; en el interior del hombre se encuentra la verdad” “Nadie sabe lo que es el hombre sino el espíritu del hombre que está en él mismo” “El hombre no sabe lo que es pero sabe que no lo sabe”. “Si me equivoco entonces existo” (San Agustín); “Yo soy yo y mis circunstancias” (Ortega y Gasset)
Y buscar alternativas para que vivamos en armonía:
“Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jesucristo); “El hombre tiene el carácter que él mismo se hace en cuanto sabe perfeccionarse según los fines que de él mismo resultan”. (Kant); “Te puse en medio del mundo para que tú escogieras todo lo que mejor se encuentra en el mundo. No te he hecho ni celestial ni terreno, ni mortal ni inmortal, para que por ti mismo, casi libre y artífice soberano, te plasmaras y te esculpieras en la forma que eligieras. Podrás degenerar en las cosas inferiores, podrás regenerarte en las cosas superiores que son divinas” (Pico de Mirándola).
Por otro lado se consolidaron eventos trascendentales como la “CARTA MAGNA” (en Inglaterra 1215), que establecía un conjunto de derechos y concesiones de los hombres libres; la “Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de América” de 1776; la Constitución Norteamérica de Filadelfia de 1787; la “Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano” (1789) que proclamaba la igualdad de todos los seres humanos. Y muchas otras constituciones durante la Revolución francesa que señalaban derechos individuales de la persona y el concepto de libertad; la constitución de Cádiz en 1812 que desarrolló conceptos de soberanía y primacía del Parlamento, rechazando el origen divino de la realeza y afirmando que la soberanía reside en la nación y la voz de Dios pasó a ser la voz del pueblo; La “Declaración Americana de los derechos y deberes del hombre” OEA, abril de 1948; La “Declaración Universal de los Derechos Humanos” ONU el 10 de diciembre de 1948;La Declaración universal de los derechos del niño del 20 de noviembre de l959; La declaración Universal de los Derechos de la Mujer de 1967, etc. Y múltiples convenciones, tratados y organismos internacionales de cooperación y lucha contra la violencia entre países; así como defensa de la vida - hábitat.
Por tanto es necesario entender que no toda, pero en sociedad hemos realizado pactos colectivos nacidos de las entrañas de la realidad humana que se han convertido en normas y hemos convenido que el hombre es un sujeto de deberes y derechos porque tiene dignidad que debe ser respetada desde su concepción. Desde entonces, vivir en sociedad exige ejercer nuestros derechos y deberes con libertad y con responsabilidad. Y someterse a ciertos principios de convivencia social, a un “juego” de deberes y derechos elementales que no todos estamos dispuestos a aceptar ni vivenciar.
Los derechos nos permiten hacer o exigir todo aquello que nuestra dignidad pide y que la ley y la autoridad lo establecen a nuestro favor. Y los deberes exigen hacer todo aquello que está conforme con la moral, con la recta razón y con las leyes, y no hacer lo que está en contra de estos principios. Los deberes y los derechos son concomitantes pues a cada deber le corresponde un derecho. Un derecho nuestro es un deber de otros y un derecho de otros es un deber nuestro en todas las esferas de la vida: hogar, colegio, barrio, etc. Si no cumplimos nuestros deberes no podemos exigir nuestros derechos. El color de piel, edad, sexo, nacionalidad, instrucción y economía no son motivo ético válido para que unos se sientan con más derechos que otros. Aceptemos que poseemos capacidades diferentes pero discriminar es una grave ofensa a la dignidad humana de la que participamos todos.
El fundamento de la convivencia son los valores, y fundamentalmente los vividos en la familia. Sobre todo el amor y el respeto por la dignidad, que nos lleva a aceptar a los demás tal y como son, ayudándolos a ser mejores. La verdad que genera confianza y la justicia que permite el reinado de la paz. La convivencia entre los hombres es una realidad espiritual porque en ella los hombres se comunican unos a otros a la luz de la verdad, comparten sus bienes movidos por el amor, respetan el cumplimiento de los derechos propios y ajenos en una exigencia de justicia, y por tanto la libertad de los ciudadanos para que no se lesionen la dignidad de los hombres. Dentro de la familia deben existir algunas actitudes que favorecen la convivencia y roles irrenunciables que hay que reflexionar porque se están descuidando peligrosamente.
En una comunidad educativa: profesores, alumnos, padres de familia y asociaciones que pertenecen al Centro educativo, también hay que reflexionar en el encargo social que toca desempeñar a cada uno y como institución. Se tiene buscar el diálogo como mecanismo principal de entendimiento. Sin embargo, existen personas que vulneran la dignidad, que no asimilan el valor elemental del respeto a las normas consensuadas, a la propiedad ajena, al ambiente sano, a la dignidad del otro, a la familia, a los símbolos patrios, etc. y lógicamente actúan con absoluta irresponsabilidad haciendo mal las cosas, haciendo esperar y ofendiendo, y viendo en su semejante un competidor al que hay que vencer. Y como esto no es aceptado porque contraviene las buenas costumbres y el orden social, entonces aparecen las normas punitivas, la amonestación, la sanción, el castigo, la cárcel y la muerte como alternativas. Así llenos de sanciones, de persecuciones, de presiones, de encarcelamientos, seguimos haciéndonos daño.
Entonces tenemos que entender que donde hay dos personas en cualquier momento alguien va a ofender a alguien. Pero así como a veces nos sale lo salvaje a todos; tenemos que hablar pues el peor mal es callar y hay que hablar fuerte en la cara del que ofende; que la paz exige luchar y disponerse a perder amigos, familia y la propia vida; que tenemos que convivir con quienes vulneran la dignidad humana; que el trigo y la cizaña no podemos separarlo ahora, que nuestra evolución hacia le perfección humana, es muy lenta, es como un granito de mostaza que tenemos que irrigar y abonar para que crezca.
Finalmente debemos asumir que el problema principal de la agresividad por descontrol, y de la violencia social se encuentra en el hogar. Los padres y madres de familia tenemos que reflexionar seriamente nuestro rol y el compromiso que hemos asumido. Nuestros hijos deben ser respetuosos y cumplidores de reglas elementales de convivencia como el saludar, el usar un lenguaje limpio, el de recurrir a locales apropiados, el respeto al bien ajeno, el saber elegir sus amigos y el no consumir sustancias psicoactivas. De lo contrario nada se puede hacer desde la escuela.

BIBLIOGRAFÍA Y CIBEROGRAFÍA.
· BECERRA, Jessica “Violencia familiar” Fe y Alegría del Perú .Lima. 2000
· CORONEL, Nelson. . “Formando Ciudadanos para un mundo mejor” Fe y Alegría del Perú Lima. 2000.
· FRONDIZI, Rizsieri, ¿Qué son los valores? Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.
· GUIMARAES ROBERTO P……Modernidad, Medio ambiente y ética: los dilemas del mundo en desarrollo. ILPES- CEPAL. Santiago de Chile 1997.
· QUEVEDO Juana y otros. Eduquemos a nuestros hijos para que vivan en armonía”. Fe y Alegría del Perú .Lima. 2000.
· SS. JUAN PABLO II. Evangelium vitae. – Veritates Splendor.
· http://www.gobcan.es/sanidad/scs/su_salud/jovenes/adolescencia.html
· http://www.ilo.org/public/spanish/region/ampro/cinterfor/temas/gender/doc/cinter/pacto/genero/iii.htm
· http://www.encuentra.com/includes/documento.php?IdDoc=359&IdSec=87
[1] Docente de la U N. José Faustino Sánchez Carión . PROFDOSA –Jaén.
¿ES DIFICIL LA CONVIVENCIA?
Por: Ysidoro Alejandría Alejandría[1].
Nacer es una experiencia que no podemos recordar, sin embargo, con nuestro nacimiento ha nacido un proyecto humano que es fruto de un proyecto común de nuestro padre y nuestra madre. Planificado o no, al menos a la gran mayoría nuestros padres nos han esperado ansiosos y nos han acogido en su casa y nos han dado calor de hogar hasta que el hijo forma su propia familia. Con ello queda claro que es la familia el inicio y el centro del encuentro humano y si algo está fallando ahora, es precisamente en este núcleo. ¿O es que el hombre maduro se adueña del futuro y con su libertad puede abrirse camino sin considerar al resto? Y aquí radica el problema de la convivencia. Veamos:
Muchas cosas se dicen del hombre: Que es la medida de todas las cosas (Proota oras); “Es social por naturaleza” - “es el único animal que posee razón que le indica lo útil y lo dañoso, lo justo y lo injusto” “El fin del hombre es alcanzar su felicidad” (Aristóteles); “Es un ser jalado por la concupiscencia y la ira controladas por la razón”(Platón); “Es una pasión inútil”, “un ser frustrado y fallido” (Sastre); “Es un lobo para el hombre”(Hobbes); “Nace bueno pero la sociedad lo corrompe” (Rousseau); “Es malo por naturaleza”(Spencer); “Es imagen y semejanza de Dios” (Biblia); “Es lo que come”(Lenin); “Es un ser de necesidades”(Marx); “Es una vergüenza dolorosa para el súper hombre”(Nietzsche); “Es el que posee el instinto de a vida y de la muerte” (Freud); “Es ser – en – el mundo” (Heidegger); “Es un ser espiritual capaz de razonar, inventar, progresar, amar, crear, buscar la verdad, tener voluntad libre, conciencia moral, proyectarse al futuro y por ser espiritual es inmortal”(Cristianismo).
Esta realidad humana compleja llevó a otros hombres a reflexionar así: “Me he buscado a mi mismo” (Heráclito); “Lo que vale en el hombre es su carácter moral” (Sócrates); “Conócete a ti mismo” (Sócrates); “Yo soy un desconocido” (Locke); “¿Quién soy yo, dios mió? ¿Qué es mi naturaleza?”… “Me he hecho problema para mi mismo”…. “No vayas fuera, vuélvete a ti mismo; en el interior del hombre se encuentra la verdad” “Nadie sabe lo que es el hombre sino el espíritu del hombre que está en él mismo” “El hombre no sabe lo que es pero sabe que no lo sabe”. “Si me equivoco entonces existo” (San Agustín); “Yo soy yo y mis circunstancias” (Ortega y Gasset)
Y buscar alternativas para que vivamos en armonía:
“Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jesucristo); “El hombre tiene el carácter que él mismo se hace en cuanto sabe perfeccionarse según los fines que de él mismo resultan”. (Kant); “Te puse en medio del mundo para que tú escogieras todo lo que mejor se encuentra en el mundo. No te he hecho ni celestial ni terreno, ni mortal ni inmortal, para que por ti mismo, casi libre y artífice soberano, te plasmaras y te esculpieras en la forma que eligieras. Podrás degenerar en las cosas inferiores, podrás regenerarte en las cosas superiores que son divinas” (Pico de Mirándola).
Por otro lado se consolidaron eventos trascendentales como la “CARTA MAGNA” (en Inglaterra 1215), que establecía un conjunto de derechos y concesiones de los hombres libres; la “Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de América” de 1776; la Constitución Norteamérica de Filadelfia de 1787; la “Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano” (1789) que proclamaba la igualdad de todos los seres humanos. Y muchas otras constituciones durante la Revolución francesa que señalaban derechos individuales de la persona y el concepto de libertad; la constitución de Cádiz en 1812 que desarrolló conceptos de soberanía y primacía del Parlamento, rechazando el origen divino de la realeza y afirmando que la soberanía reside en la nación y la voz de Dios pasó a ser la voz del pueblo; La “Declaración Americana de los derechos y deberes del hombre” OEA, abril de 1948; La “Declaración Universal de los Derechos Humanos” ONU el 10 de diciembre de 1948;La Declaración universal de los derechos del niño del 20 de noviembre de l959; La declaración Universal de los Derechos de la Mujer de 1967, etc. Y múltiples convenciones, tratados y organismos internacionales de cooperación y lucha contra la violencia entre países; así como defensa de la vida - hábitat.
Por tanto es necesario entender que no toda, pero en sociedad hemos realizado pactos colectivos nacidos de las entrañas de la realidad humana que se han convertido en normas y hemos convenido que el hombre es un sujeto de deberes y derechos porque tiene dignidad que debe ser respetada desde su concepción. Desde entonces, vivir en sociedad exige ejercer nuestros derechos y deberes con libertad y con responsabilidad. Y someterse a ciertos principios de convivencia social, a un “juego” de deberes y derechos elementales que no todos estamos dispuestos a aceptar ni vivenciar.
Los derechos nos permiten hacer o exigir todo aquello que nuestra dignidad pide y que la ley y la autoridad lo establecen a nuestro favor. Y los deberes exigen hacer todo aquello que está conforme con la moral, con la recta razón y con las leyes, y no hacer lo que está en contra de estos principios. Los deberes y los derechos son concomitantes pues a cada deber le corresponde un derecho. Un derecho nuestro es un deber de otros y un derecho de otros es un deber nuestro en todas las esferas de la vida: hogar, colegio, barrio, etc. Si no cumplimos nuestros deberes no podemos exigir nuestros derechos. El color de piel, edad, sexo, nacionalidad, instrucción y economía no son motivo ético válido para que unos se sientan con más derechos que otros. Aceptemos que poseemos capacidades diferentes pero discriminar es una grave ofensa a la dignidad humana de la que participamos todos.
El fundamento de la convivencia son los valores, y fundamentalmente los vividos en la familia. Sobre todo el amor y el respeto por la dignidad, que nos lleva a aceptar a los demás tal y como son, ayudándolos a ser mejores. La verdad que genera confianza y la justicia que permite el reinado de la paz. La convivencia entre los hombres es una realidad espiritual porque en ella los hombres se comunican unos a otros a la luz de la verdad, comparten sus bienes movidos por el amor, respetan el cumplimiento de los derechos propios y ajenos en una exigencia de justicia, y por tanto la libertad de los ciudadanos para que no se lesionen la dignidad de los hombres. Dentro de la familia deben existir algunas actitudes que favorecen la convivencia y roles irrenunciables que hay que reflexionar porque se están descuidando peligrosamente.
En una comunidad educativa: profesores, alumnos, padres de familia y asociaciones que pertenecen al Centro educativo, también hay que reflexionar en el encargo social que toca desempeñar a cada uno y como institución. Se tiene buscar el diálogo como mecanismo principal de entendimiento. Sin embargo, existen personas que vulneran la dignidad, que no asimilan el valor elemental del respeto a las normas consensuadas, a la propiedad ajena, al ambiente sano, a la dignidad del otro, a la familia, a los símbolos patrios, etc. y lógicamente actúan con absoluta irresponsabilidad haciendo mal las cosas, haciendo esperar y ofendiendo, y viendo en su semejante un competidor al que hay que vencer. Y como esto no es aceptado porque contraviene las buenas costumbres y el orden social, entonces aparecen las normas punitivas, la amonestación, la sanción, el castigo, la cárcel y la muerte como alternativas. Así llenos de sanciones, de persecuciones, de presiones, de encarcelamientos, seguimos haciéndonos daño.
Entonces tenemos que entender que donde hay dos personas en cualquier momento alguien va a ofender a alguien. Pero así como a veces nos sale lo salvaje a todos; tenemos que hablar pues el peor mal es callar y hay que hablar fuerte en la cara del que ofende; que la paz exige luchar y disponerse a perder amigos, familia y la propia vida; que tenemos que convivir con quienes vulneran la dignidad humana; que el trigo y la cizaña no podemos separarlo ahora, que nuestra evolución hacia le perfección humana, es muy lenta, es como un granito de mostaza que tenemos que irrigar y abonar para que crezca.
Finalmente debemos asumir que el problema principal de la agresividad por descontrol, y de la violencia social se encuentra en el hogar. Los padres y madres de familia tenemos que reflexionar seriamente nuestro rol y el compromiso que hemos asumido. Nuestros hijos deben ser respetuosos y cumplidores de reglas elementales de convivencia como el saludar, el usar un lenguaje limpio, el de recurrir a locales apropiados, el respeto al bien ajeno, el saber elegir sus amigos y el no consumir sustancias psicoactivas. De lo contrario nada se puede hacer desde la escuela.

BIBLIOGRAFÍA Y CIBEROGRAFÍA.
· BECERRA, Jessica “Violencia familiar” Fe y Alegría del Perú .Lima. 2000
· CORONEL, Nelson. . “Formando Ciudadanos para un mundo mejor” Fe y Alegría del Perú Lima. 2000.
· FRONDIZI, Rizsieri, ¿Qué son los valores? Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.
· GUIMARAES ROBERTO P……Modernidad, Medio ambiente y ética: los dilemas del mundo en desarrollo. ILPES- CEPAL. Santiago de Chile 1997.
· QUEVEDO Juana y otros. Eduquemos a nuestros hijos para que vivan en armonía”. Fe y Alegría del Perú .Lima. 2000.
· SS. JUAN PABLO II. Evangelium vitae. – Veritates Splendor.
· http://www.gobcan.es/sanidad/scs/su_salud/jovenes/adolescencia.html
· http://www.ilo.org/public/spanish/region/ampro/cinterfor/temas/gender/doc/cinter/pacto/genero/iii.htm
· http://www.encuentra.com/includes/documento.php?IdDoc=359&IdSec=87
[1] Docente de la U N. José Faustino Sánchez Carión . PROFDOSA –Jaén.

LIBERTAD Y AUTORIDAD

Por: Germán Cubas Mego[1]

La igualdad como ideal sumo, o incluso último, de una comunidad ordenada, justa y feliz, y por lo tanto, por una parte, como aspiración perenne de los hombres que conviven, y, por otra, como tema constante de las teorías e ideologías políticas, se acopla habitualmente con el ideal de la libertad, considerado éste también como supremo o último.
Los dos términos tienen un significado emotivo muy fuerte, también cuando se utilizan, como ocurre sobre todo, con un significado descriptivo impreciso como en el famoso trinomio «liberté, egalité, fraternité» (donde además el más indeterminado es el tercero). Se ha dicho que el popular postulado «todos los hombres deben ser iguales» tiene un significado puramente sugestivo, tanto que cualquier problema concerniente a la igualdad no se puede plantear correctamente si no se contesta a las tres preguntas: « ¿Entre quién? ¿En qué? ¿Con qué criterio?»; de la misma manera tiene un significado puramente emotivo el postulado «Todos los hombres tienen que ser libres», si no se contesta a la pregunta: « ¿Todos, absolutamente todos?», y si no se ofrece una justificación a las excepciones, como los niños, los locos, o quizás los esclavos por naturaleza según Aristóteles. En segundo lugar, si no se precisa qué es lo que se entiende por «libertad», puesto que la libertad de querer es otra cosa, a la cual se refiere la disputa sobre el libre arbitrio, otra cosa es la libertad de actuar en la que está particularmente interesada la filosofía política, que distingue distintos sentidos como la libertad negativa, la libertad de actuar propiamente dicha y la libertad como autonomía u obediencia a las leyes que cada uno se prescribe a sí mismo.
Además, sólo la respuesta a todas estas preguntas permite entender por qué hay situaciones donde la libertad (pero, ¿qué libertad?) y la igualdad (pero, ¿qué igualdad?) son compatibles y complementarias en la creación de la buena sociedad, y otras donde son incompatibles y se excluyen mutuamente, y otras aún donde es posible y recomendable una equilibrada atemperación de la una y de la otra. La historia reciente nos ha ofrecido el dramático testimonio de un sistema social donde la persecución de la igualdad no sólo formal sino bajo muchos aspectos también sustancial, se ha conseguido (además sólo en parte y de una manera muy inferior a las promesas) en detrimento de la libertad en todos sus significados (a excepción, quizás, sólo de la libertad de la necesidad). Al mismo tiempo seguimos teniendo siempre presente bajo nuestros ojos la sociedad en que vivimos, donde se saltan todas las libertades y con especial relieve la libertad económica, sin que nos preocupen, o preocupándonos sólo marginalmente, las desigualdades que derivan en este mismo mundo y, aún más visiblemente, en los mundos más lejanos.
Sin embargo no hay necesidad de recurrir a este gran contraste histórico que ha dividido a los seguidores de las dos ideologías dominantes desde hace mas de un siglo, liberalismo y socialismo, para darse cuenta de que ninguno de los dos ideales se puede llevar a cabo hasta sus extremas consecuencias sin que la puesta en práctica de uno limite la del otro. El ejemplo más evidente es el contraste entre el ideal de la libertad y el del orden. No nos podemos permitir negar que el orden sea un bien común en toda sociedad tanto que el término contrario «desorden» tiene una connotación negativa, como «opresión», contrario a «libertad», y «desigualdad», contrario a «igualdad». Sin embargo la experiencia histórica y la cotidiana nos enseñan que son dos bienes en contraste entre ellos, así que una buena convivencia no se puede fundar sino sobre un compromiso entre el uno y el otro, para evitar el límite extremo del estado totalitario o de la anarquía.
No es necesario, repito, remontarnos al gran contraste histórico actual entre comunismo y capitalismo, porque son infinitos los ejemplos que se pueden aportar en pequeños casos o mínimos de disposiciones igualitarias que limitan la libertad y, viceversa, de disposiciones libertarias que aumentan la desigualdad.
Una norma igualitaria, que impusiera a todos los ciudadanos servirse únicamente de los medios de transporte público para aligerar el tráfico, perjudicaría la libertad de elegir el medio de transporte preferido. La escuela primaria, como se ha instituido para todos los chicos después de la básica para conseguir la igualdad de oportunidades, ha limitado la libertad que existía antes, por lo menos para algunos, de elegir entre distintos tipos de escuela. Aún más limitativa que la libertad de elección sería una mayor puesta en práctica de la demanda igualitaria, a la cual una izquierda coherente no tendría que renunciar, de que todos los chicos, provengan de cualquier familia, sean encauzados en los primeros años a ejercer un trabajo manual además del intelectual. Un régimen igualitario que impusiese vestir de la misma manera, impediría a cada uno elegir la indumentaria preferida. En general, cada extensión de la esfera pública por razones igualitarias, pudiendo ser sólo impuesta, restringe la libertad de elección en la esfera privada, que es intrínsecamente no igualitaria, porque la libertad privada de los ricos es inmensamente más amplia que la de los pobres. La pérdida de libertad golpea naturalmente más al rico que al pobre, al cual la libertad de elegir el medio de transporte, el tipo de escuela, la manera de vestirse, se le niega habitualmente, no por una pública imposición, sino por la situación económica interna de la esfera privada
Es verdad que la igualdad tiene como efecto el delimitar la libertad tanto al rico como al pobre, pero con esta diferencia: el rico pierde la libertad de la que gozaba efectivamente, el pobre pierde una libertad potencial. Los ejemplos se podrían multiplicar. Cada uno puede constatar en su casa que la mayor igualdad, que más por el cambio de las costumbres que por efecto de normas constrictivas se va poniendo en práctica entre cónyuges, respecto al cuidado de los hijos, ha hecho asumir obligaciones, aunque todavía sólo morales, al marido que restringen su libertad anterior, por lo menos en el seno de la familia.
El mismo principio fundamental de aquella forma de igualitarismo mínimo que es propio de la doctrina liberal, según la cual todos los hombres tienen derecho a igual libertad, salvo excepciones que deben ser justificadas, implica que cada uno limite la propia libertad para hacerla compatible con la de todos los demás, de forma que no impida también a los demás gozar de su misma libertad. El estado de libertad salvaje, que se podría definir como el que una persona es tanto más libre cuanto mayor es su poder, el estado de naturaleza descrito por Hobbes y racionalizado por Spinoza, es un estado de guerra permanente entre todos por la supervivencia, del cual se puede salir sólo suprimiendo la libertad natural, o, como propone la doctrina liberal, reglamentándola.
Queda además por precisar el sentido de la expresión «igual libertad», que se utiliza como si fuera clara mientras es genérica y ambigua. Genérica, porque, como se ha observado muchas veces, no existe la libertad en general si no existen diversas libertades, de opinión, de prensa, de iniciativa económica, de reunión, de asociación, y es preciso especificar cada vez a cuál de ellas nos queremos referir; ambigua, porque tener una libertad igual a la de todos los demás quiere decir no sólo tener todas las libertades que los demás tienen, sino también tener igual posibilidad de gozar de cada una de estas libertades. Otra cosa es, en efecto, gozar en abstracto de todas las libertades de las que gozan los demás, otra gozar de cada libertad de igual manera que todos los demás. Hay que tomar en consideración esta diferencia, porque la doctrina liberal mantiene la primera en sus principios básicos, pero la práctica liberal no puede asegurar la segunda, sino interviniendo con disposiciones igualitarias limitativas y por lo tanto corrigiendo el principio general. Con esto no quiero decir que siempre una disposición igualitaria sea limitativa de la libertad. La extensión del sufragio masculino a las mujeres no ha limitado la libertad de voto a los hombres. Puede haber limitado su poder por el hecho de que el apoyo a un determinado gobierno ya no depende sólo de ellos, pero el derecho de votar no ha sido restringido. Así el reconocimiento de los derechos personales también inmigrantes no limita los derechos personales de los ciudadanos. Para conseguir la forma de igualdad en los casos expuestos anteriormente es necesaria una norma que imponga una obligación, y, como tal, restrinja la libertad. En los otros casos es suficiente una norma atributiva de los derechos a quien no los posea.
Finalmente es preciso hacer una observación elemental, que habitualmente no se hace: los dos conceptos de libertad y de igualdad no son simétricos. Mientras la libertad es un estatus de la persona, la igualdad indica una relación entre dos o más entidades. Prueba de esto es que «X es libre» es una proposición con sentido, mientras que «X es igual» no significa nada. Mientras el célebre dicho orwelliano: «Todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros», tiene un efecto irresistiblemente cómico, en cambio no suscita ninguna hilaridad, más bien es perfectamente comprensible, la afirmación de que todos son libres, pero algunos son más libres que otros. De manera que tiene sentido afirmar con Hegel que hay un tipo de régimen, el despotismo, donde uno solo es libre y todos los demás son criados, mientras no tendría sentido decir que existe una sociedad donde sólo uno es igual. Lo que puede explicar, entre otras cosas, por qué la libertad se puede considerar un bien individual, diversamente de la igualdad, que es siempre sólo un bien social, y también por qué la igualdad en la libertad no excluye que sean deseables otras formas de igualdad como la de la oportunidad y de la renta, que, requiriendo otras formas de igualamiento, pueden entrar en conflicto con la igualdad en la libertad.
[1] IX CICLO: Ciencias Sociales y turismo UN “JOSÉ FAUSTINO SANCHEZ CARRIÓN” (PROFOOSA-JAÉN);Asignatura: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
LIBERTAD Y AUTORIDAD
Por: Germán Cubas Mego[1]
La igualdad como ideal sumo, o incluso último, de una comunidad ordenada, justa y feliz, y por lo tanto, por una parte, como aspiración perenne de los hombres que conviven, y, por otra, como tema constante de las teorías e ideologías políticas, se acopla habitualmente con el ideal de la libertad, considerado éste también como supremo o último.
Los dos términos tienen un significado emotivo muy fuerte, también cuando se utilizan, como ocurre sobre todo, con un significado descriptivo impreciso como en el famoso trinomio «liberté, egalité, fraternité» (donde además el más indeterminado es el tercero). Se ha dicho que el popular postulado «todos los hombres deben ser iguales» tiene un significado puramente sugestivo, tanto que cualquier problema concerniente a la igualdad no se puede plantear correctamente si no se contesta a las tres preguntas: « ¿Entre quién? ¿En qué? ¿Con qué criterio?»; de la misma manera tiene un significado puramente emotivo el postulado «Todos los hombres tienen que ser libres», si no se contesta a la pregunta: « ¿Todos, absolutamente todos?», y si no se ofrece una justificación a las excepciones, como los niños, los locos, o quizás los esclavos por naturaleza según Aristóteles. En segundo lugar, si no se precisa qué es lo que se entiende por «libertad», puesto que la libertad de querer es otra cosa, a la cual se refiere la disputa sobre el libre arbitrio, otra cosa es la libertad de actuar en la que está particularmente interesada la filosofía política, que distingue distintos sentidos como la libertad negativa, la libertad de actuar propiamente dicha y la libertad como autonomía u obediencia a las leyes que cada uno se prescribe a sí mismo.
Además, sólo la respuesta a todas estas preguntas permite entender por qué hay situaciones donde la libertad (pero, ¿qué libertad?) y la igualdad (pero, ¿qué igualdad?) son compatibles y complementarias en la creación de la buena sociedad, y otras donde son incompatibles y se excluyen mutuamente, y otras aún donde es posible y recomendable una equilibrada atemperación de la una y de la otra. La historia reciente nos ha ofrecido el dramático testimonio de un sistema social donde la persecución de la igualdad no sólo formal sino bajo muchos aspectos también sustancial, se ha conseguido (además sólo en parte y de una manera muy inferior a las promesas) en detrimento de la libertad en todos sus significados (a excepción, quizás, sólo de la libertad de la necesidad). Al mismo tiempo seguimos teniendo siempre presente bajo nuestros ojos la sociedad en que vivimos, donde se saltan todas las libertades y con especial relieve la libertad económica, sin que nos preocupen, o preocupándonos sólo marginalmente, las desigualdades que derivan en este mismo mundo y, aún más visiblemente, en los mundos más lejanos.
Sin embargo no hay necesidad de recurrir a este gran contraste histórico que ha dividido a los seguidores de las dos ideologías dominantes desde hace mas de un siglo, liberalismo y socialismo, para darse cuenta de que ninguno de los dos ideales se puede llevar a cabo hasta sus extremas consecuencias sin que la puesta en práctica de uno limite la del otro. El ejemplo más evidente es el contraste entre el ideal de la libertad y el del orden. No nos podemos permitir negar que el orden sea un bien común en toda sociedad tanto que el término contrario «desorden» tiene una connotación negativa, como «opresión», contrario a «libertad», y «desigualdad», contrario a «igualdad». Sin embargo la experiencia histórica y la cotidiana nos enseñan que son dos bienes en contraste entre ellos, así que una buena convivencia no se puede fundar sino sobre un compromiso entre el uno y el otro, para evitar el límite extremo del estado totalitario o de la anarquía.
No es necesario, repito, remontarnos al gran contraste histórico actual entre comunismo y capitalismo, porque son infinitos los ejemplos que se pueden aportar en pequeños casos o mínimos de disposiciones igualitarias que limitan la libertad y, viceversa, de disposiciones libertarias que aumentan la desigualdad.
Una norma igualitaria, que impusiera a todos los ciudadanos servirse únicamente de los medios de transporte público para aligerar el tráfico, perjudicaría la libertad de elegir el medio de transporte preferido. La escuela primaria, como se ha instituido para todos los chicos después de la básica para conseguir la igualdad de oportunidades, ha limitado la libertad que existía antes, por lo menos para algunos, de elegir entre distintos tipos de escuela. Aún más limitativa que la libertad de elección sería una mayor puesta en práctica de la demanda igualitaria, a la cual una izquierda coherente no tendría que renunciar, de que todos los chicos, provengan de cualquier familia, sean encauzados en los primeros años a ejercer un trabajo manual además del intelectual. Un régimen igualitario que impusiese vestir de la misma manera, impediría a cada uno elegir la indumentaria preferida. En general, cada extensión de la esfera pública por razones igualitarias, pudiendo ser sólo impuesta, restringe la libertad de elección en la esfera privada, que es intrínsecamente no igualitaria, porque la libertad privada de los ricos es inmensamente más amplia que la de los pobres. La pérdida de libertad golpea naturalmente más al rico que al pobre, al cual la libertad de elegir el medio de transporte, el tipo de escuela, la manera de vestirse, se le niega habitualmente, no por una pública imposición, sino por la situación económica interna de la esfera privada
Es verdad que la igualdad tiene como efecto el delimitar la libertad tanto al rico como al pobre, pero con esta diferencia: el rico pierde la libertad de la que gozaba efectivamente, el pobre pierde una libertad potencial. Los ejemplos se podrían multiplicar. Cada uno puede constatar en su casa que la mayor igualdad, que más por el cambio de las costumbres que por efecto de normas constrictivas se va poniendo en práctica entre cónyuges, respecto al cuidado de los hijos, ha hecho asumir obligaciones, aunque todavía sólo morales, al marido que restringen su libertad anterior, por lo menos en el seno de la familia.
El mismo principio fundamental de aquella forma de igualitarismo mínimo que es propio de la doctrina liberal, según la cual todos los hombres tienen derecho a igual libertad, salvo excepciones que deben ser justificadas, implica que cada uno limite la propia libertad para hacerla compatible con la de todos los demás, de forma que no impida también a los demás gozar de su misma libertad. El estado de libertad salvaje, que se podría definir como el que una persona es tanto más libre cuanto mayor es su poder, el estado de naturaleza descrito por Hobbes y racionalizado por Spinoza, es un estado de guerra permanente entre todos por la supervivencia, del cual se puede salir sólo suprimiendo la libertad natural, o, como propone la doctrina liberal, reglamentándola.
Queda además por precisar el sentido de la expresión «igual libertad», que se utiliza como si fuera clara mientras es genérica y ambigua. Genérica, porque, como se ha observado muchas veces, no existe la libertad en general si no existen diversas libertades, de opinión, de prensa, de iniciativa económica, de reunión, de asociación, y es preciso especificar cada vez a cuál de ellas nos queremos referir; ambigua, porque tener una libertad igual a la de todos los demás quiere decir no sólo tener todas las libertades que los demás tienen, sino también tener igual posibilidad de gozar de cada una de estas libertades. Otra cosa es, en efecto, gozar en abstracto de todas las libertades de las que gozan los demás, otra gozar de cada libertad de igual manera que todos los demás. Hay que tomar en consideración esta diferencia, porque la doctrina liberal mantiene la primera en sus principios básicos, pero la práctica liberal no puede asegurar la segunda, sino interviniendo con disposiciones igualitarias limitativas y por lo tanto corrigiendo el principio general. Con esto no quiero decir que siempre una disposición igualitaria sea limitativa de la libertad. La extensión del sufragio masculino a las mujeres no ha limitado la libertad de voto a los hombres. Puede haber limitado su poder por el hecho de que el apoyo a un determinado gobierno ya no depende sólo de ellos, pero el derecho de votar no ha sido restringido. Así el reconocimiento de los derechos personales también inmigrantes no limita los derechos personales de los ciudadanos. Para conseguir la forma de igualdad en los casos expuestos anteriormente es necesaria una norma que imponga una obligación, y, como tal, restrinja la libertad. En los otros casos es suficiente una norma atributiva de los derechos a quien no los posea.
Finalmente es preciso hacer una observación elemental, que habitualmente no se hace: los dos conceptos de libertad y de igualdad no son simétricos. Mientras la libertad es un estatus de la persona, la igualdad indica una relación entre dos o más entidades. Prueba de esto es que «X es libre» es una proposición con sentido, mientras que «X es igual» no significa nada. Mientras el célebre dicho orwelliano: «Todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros», tiene un efecto irresistiblemente cómico, en cambio no suscita ninguna hilaridad, más bien es perfectamente comprensible, la afirmación de que todos son libres, pero algunos son más libres que otros. De manera que tiene sentido afirmar con Hegel que hay un tipo de régimen, el despotismo, donde uno solo es libre y todos los demás son criados, mientras no tendría sentido decir que existe una sociedad donde sólo uno es igual. Lo que puede explicar, entre otras cosas, por qué la libertad se puede considerar un bien individual, diversamente de la igualdad, que es siempre sólo un bien social, y también por qué la igualdad en la libertad no excluye que sean deseables otras formas de igualdad como la de la oportunidad y de la renta, que, requiriendo otras formas de igualamiento, pueden entrar en conflicto con la igualdad en la libertad.
[1] IX CICLO: Ciencias Sociales y turismo UN “JOSÉ FAUSTINO SANCHEZ CARRIÓN” (PROFOOSA-JAÉN);Asignatura: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
LIBERTAD Y AUTORIDAD
Por: Germán Cubas Mego[1]
La igualdad como ideal sumo, o incluso último, de una comunidad ordenada, justa y feliz, y por lo tanto, por una parte, como aspiración perenne de los hombres que conviven, y, por otra, como tema constante de las teorías e ideologías políticas, se acopla habitualmente con el ideal de la libertad, considerado éste también como supremo o último.
Los dos términos tienen un significado emotivo muy fuerte, también cuando se utilizan, como ocurre sobre todo, con un significado descriptivo impreciso como en el famoso trinomio «liberté, egalité, fraternité» (donde además el más indeterminado es el tercero). Se ha dicho que el popular postulado «todos los hombres deben ser iguales» tiene un significado puramente sugestivo, tanto que cualquier problema concerniente a la igualdad no se puede plantear correctamente si no se contesta a las tres preguntas: « ¿Entre quién? ¿En qué? ¿Con qué criterio?»; de la misma manera tiene un significado puramente emotivo el postulado «Todos los hombres tienen que ser libres», si no se contesta a la pregunta: « ¿Todos, absolutamente todos?», y si no se ofrece una justificación a las excepciones, como los niños, los locos, o quizás los esclavos por naturaleza según Aristóteles. En segundo lugar, si no se precisa qué es lo que se entiende por «libertad», puesto que la libertad de querer es otra cosa, a la cual se refiere la disputa sobre el libre arbitrio, otra cosa es la libertad de actuar en la que está particularmente interesada la filosofía política, que distingue distintos sentidos como la libertad negativa, la libertad de actuar propiamente dicha y la libertad como autonomía u obediencia a las leyes que cada uno se prescribe a sí mismo.
Además, sólo la respuesta a todas estas preguntas permite entender por qué hay situaciones donde la libertad (pero, ¿qué libertad?) y la igualdad (pero, ¿qué igualdad?) son compatibles y complementarias en la creación de la buena sociedad, y otras donde son incompatibles y se excluyen mutuamente, y otras aún donde es posible y recomendable una equilibrada atemperación de la una y de la otra. La historia reciente nos ha ofrecido el dramático testimonio de un sistema social donde la persecución de la igualdad no sólo formal sino bajo muchos aspectos también sustancial, se ha conseguido (además sólo en parte y de una manera muy inferior a las promesas) en detrimento de la libertad en todos sus significados (a excepción, quizás, sólo de la libertad de la necesidad). Al mismo tiempo seguimos teniendo siempre presente bajo nuestros ojos la sociedad en que vivimos, donde se saltan todas las libertades y con especial relieve la libertad económica, sin que nos preocupen, o preocupándonos sólo marginalmente, las desigualdades que derivan en este mismo mundo y, aún más visiblemente, en los mundos más lejanos.
Sin embargo no hay necesidad de recurrir a este gran contraste histórico que ha dividido a los seguidores de las dos ideologías dominantes desde hace mas de un siglo, liberalismo y socialismo, para darse cuenta de que ninguno de los dos ideales se puede llevar a cabo hasta sus extremas consecuencias sin que la puesta en práctica de uno limite la del otro. El ejemplo más evidente es el contraste entre el ideal de la libertad y el del orden. No nos podemos permitir negar que el orden sea un bien común en toda sociedad tanto que el término contrario «desorden» tiene una connotación negativa, como «opresión», contrario a «libertad», y «desigualdad», contrario a «igualdad». Sin embargo la experiencia histórica y la cotidiana nos enseñan que son dos bienes en contraste entre ellos, así que una buena convivencia no se puede fundar sino sobre un compromiso entre el uno y el otro, para evitar el límite extremo del estado totalitario o de la anarquía.
No es necesario, repito, remontarnos al gran contraste histórico actual entre comunismo y capitalismo, porque son infinitos los ejemplos que se pueden aportar en pequeños casos o mínimos de disposiciones igualitarias que limitan la libertad y, viceversa, de disposiciones libertarias que aumentan la desigualdad.
Una norma igualitaria, que impusiera a todos los ciudadanos servirse únicamente de los medios de transporte público para aligerar el tráfico, perjudicaría la libertad de elegir el medio de transporte preferido. La escuela primaria, como se ha instituido para todos los chicos después de la básica para conseguir la igualdad de oportunidades, ha limitado la libertad que existía antes, por lo menos para algunos, de elegir entre distintos tipos de escuela. Aún más limitativa que la libertad de elección sería una mayor puesta en práctica de la demanda igualitaria, a la cual una izquierda coherente no tendría que renunciar, de que todos los chicos, provengan de cualquier familia, sean encauzados en los primeros años a ejercer un trabajo manual además del intelectual. Un régimen igualitario que impusiese vestir de la misma manera, impediría a cada uno elegir la indumentaria preferida. En general, cada extensión de la esfera pública por razones igualitarias, pudiendo ser sólo impuesta, restringe la libertad de elección en la esfera privada, que es intrínsecamente no igualitaria, porque la libertad privada de los ricos es inmensamente más amplia que la de los pobres. La pérdida de libertad golpea naturalmente más al rico que al pobre, al cual la libertad de elegir el medio de transporte, el tipo de escuela, la manera de vestirse, se le niega habitualmente, no por una pública imposición, sino por la situación económica interna de la esfera privada
Es verdad que la igualdad tiene como efecto el delimitar la libertad tanto al rico como al pobre, pero con esta diferencia: el rico pierde la libertad de la que gozaba efectivamente, el pobre pierde una libertad potencial. Los ejemplos se podrían multiplicar. Cada uno puede constatar en su casa que la mayor igualdad, que más por el cambio de las costumbres que por efecto de normas constrictivas se va poniendo en práctica entre cónyuges, respecto al cuidado de los hijos, ha hecho asumir obligaciones, aunque todavía sólo morales, al marido que restringen su libertad anterior, por lo menos en el seno de la familia.
El mismo principio fundamental de aquella forma de igualitarismo mínimo que es propio de la doctrina liberal, según la cual todos los hombres tienen derecho a igual libertad, salvo excepciones que deben ser justificadas, implica que cada uno limite la propia libertad para hacerla compatible con la de todos los demás, de forma que no impida también a los demás gozar de su misma libertad. El estado de libertad salvaje, que se podría definir como el que una persona es tanto más libre cuanto mayor es su poder, el estado de naturaleza descrito por Hobbes y racionalizado por Spinoza, es un estado de guerra permanente entre todos por la supervivencia, del cual se puede salir sólo suprimiendo la libertad natural, o, como propone la doctrina liberal, reglamentándola.
Queda además por precisar el sentido de la expresión «igual libertad», que se utiliza como si fuera clara mientras es genérica y ambigua. Genérica, porque, como se ha observado muchas veces, no existe la libertad en general si no existen diversas libertades, de opinión, de prensa, de iniciativa económica, de reunión, de asociación, y es preciso especificar cada vez a cuál de ellas nos queremos referir; ambigua, porque tener una libertad igual a la de todos los demás quiere decir no sólo tener todas las libertades que los demás tienen, sino también tener igual posibilidad de gozar de cada una de estas libertades. Otra cosa es, en efecto, gozar en abstracto de todas las libertades de las que gozan los demás, otra gozar de cada libertad de igual manera que todos los demás. Hay que tomar en consideración esta diferencia, porque la doctrina liberal mantiene la primera en sus principios básicos, pero la práctica liberal no puede asegurar la segunda, sino interviniendo con disposiciones igualitarias limitativas y por lo tanto corrigiendo el principio general. Con esto no quiero decir que siempre una disposición igualitaria sea limitativa de la libertad. La extensión del sufragio masculino a las mujeres no ha limitado la libertad de voto a los hombres. Puede haber limitado su poder por el hecho de que el apoyo a un determinado gobierno ya no depende sólo de ellos, pero el derecho de votar no ha sido restringido. Así el reconocimiento de los derechos personales también inmigrantes no limita los derechos personales de los ciudadanos. Para conseguir la forma de igualdad en los casos expuestos anteriormente es necesaria una norma que imponga una obligación, y, como tal, restrinja la libertad. En los otros casos es suficiente una norma atributiva de los derechos a quien no los posea.
Finalmente es preciso hacer una observación elemental, que habitualmente no se hace: los dos conceptos de libertad y de igualdad no son simétricos. Mientras la libertad es un estatus de la persona, la igualdad indica una relación entre dos o más entidades. Prueba de esto es que «X es libre» es una proposición con sentido, mientras que «X es igual» no significa nada. Mientras el célebre dicho orwelliano: «Todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros», tiene un efecto irresistiblemente cómico, en cambio no suscita ninguna hilaridad, más bien es perfectamente comprensible, la afirmación de que todos son libres, pero algunos son más libres que otros. De manera que tiene sentido afirmar con Hegel que hay un tipo de régimen, el despotismo, donde uno solo es libre y todos los demás son criados, mientras no tendría sentido decir que existe una sociedad donde sólo uno es igual. Lo que puede explicar, entre otras cosas, por qué la libertad se puede considerar un bien individual, diversamente de la igualdad, que es siempre sólo un bien social, y también por qué la igualdad en la libertad no excluye que sean deseables otras formas de igualdad como la de la oportunidad y de la renta, que, requiriendo otras formas de igualamiento, pueden entrar en conflicto con la igualdad en la libertad.
[1] IX CICLO: Ciencias Sociales y turismo UN “JOSÉ FAUSTINO SANCHEZ CARRIÓN” (PROFOOSA-JAÉN);Asignatura: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICALIBERTAD Y AUTORIDAD
Por: Germán Cubas Mego[1]
La igualdad como ideal sumo, o incluso último, de una comunidad ordenada, justa y feliz, y por lo tanto, por una parte, como aspiración perenne de los hombres que conviven, y, por otra, como tema constante de las teorías e ideologías políticas, se acopla habitualmente con el ideal de la libertad, considerado éste también como supremo o último.
Los dos términos tienen un significado emotivo muy fuerte, también cuando se utilizan, como ocurre sobre todo, con un significado descriptivo impreciso como en el famoso trinomio «liberté, egalité, fraternité» (donde además el más indeterminado es el tercero). Se ha dicho que el popular postulado «todos los hombres deben ser iguales» tiene un significado puramente sugestivo, tanto que cualquier problema concerniente a la igualdad no se puede plantear correctamente si no se contesta a las tres preguntas: « ¿Entre quién? ¿En qué? ¿Con qué criterio?»; de la misma manera tiene un significado puramente emotivo el postulado «Todos los hombres tienen que ser libres», si no se contesta a la pregunta: « ¿Todos, absolutamente todos?», y si no se ofrece una justificación a las excepciones, como los niños, los locos, o quizás los esclavos por naturaleza según Aristóteles. En segundo lugar, si no se precisa qué es lo que se entiende por «libertad», puesto que la libertad de querer es otra cosa, a la cual se refiere la disputa sobre el libre arbitrio, otra cosa es la libertad de actuar en la que está particularmente interesada la filosofía política, que distingue distintos sentidos como la libertad negativa, la libertad de actuar propiamente dicha y la libertad como autonomía u obediencia a las leyes que cada uno se prescribe a sí mismo.
Además, sólo la respuesta a todas estas preguntas permite entender por qué hay situaciones donde la libertad (pero, ¿qué libertad?) y la igualdad (pero, ¿qué igualdad?) son compatibles y complementarias en la creación de la buena sociedad, y otras donde son incompatibles y se excluyen mutuamente, y otras aún donde es posible y recomendable una equilibrada atemperación de la una y de la otra. La historia reciente nos ha ofrecido el dramático testimonio de un sistema social donde la persecución de la igualdad no sólo formal sino bajo muchos aspectos también sustancial, se ha conseguido (además sólo en parte y de una manera muy inferior a las promesas) en detrimento de la libertad en todos sus significados (a excepción, quizás, sólo de la libertad de la necesidad). Al mismo tiempo seguimos teniendo siempre presente bajo nuestros ojos la sociedad en que vivimos, donde se saltan todas las libertades y con especial relieve la libertad económica, sin que nos preocupen, o preocupándonos sólo marginalmente, las desigualdades que derivan en este mismo mundo y, aún más visiblemente, en los mundos más lejanos.
Sin embargo no hay necesidad de recurrir a este gran contraste histórico que ha dividido a los seguidores de las dos ideologías dominantes desde hace mas de un siglo, liberalismo y socialismo, para darse cuenta de que ninguno de los dos ideales se puede llevar a cabo hasta sus extremas consecuencias sin que la puesta en práctica de uno limite la del otro. El ejemplo más evidente es el contraste entre el ideal de la libertad y el del orden. No nos podemos permitir negar que el orden sea un bien común en toda sociedad tanto que el término contrario «desorden» tiene una connotación negativa, como «opresión», contrario a «libertad», y «desigualdad», contrario a «igualdad». Sin embargo la experiencia histórica y la cotidiana nos enseñan que son dos bienes en contraste entre ellos, así que una buena convivencia no se puede fundar sino sobre un compromiso entre el uno y el otro, para evitar el límite extremo del estado totalitario o de la anarquía.
No es necesario, repito, remontarnos al gran contraste histórico actual entre comunismo y capitalismo, porque son infinitos los ejemplos que se pueden aportar en pequeños casos o mínimos de disposiciones igualitarias que limitan la libertad y, viceversa, de disposiciones libertarias que aumentan la desigualdad.
Una norma igualitaria, que impusiera a todos los ciudadanos servirse únicamente de los medios de transporte público para aligerar el tráfico, perjudicaría la libertad de elegir el medio de transporte preferido. La escuela primaria, como se ha instituido para todos los chicos después de la básica para conseguir la igualdad de oportunidades, ha limitado la libertad que existía antes, por lo menos para algunos, de elegir entre distintos tipos de escuela. Aún más limitativa que la libertad de elección sería una mayor puesta en práctica de la demanda igualitaria, a la cual una izquierda coherente no tendría que renunciar, de que todos los chicos, provengan de cualquier familia, sean encauzados en los primeros años a ejercer un trabajo manual además del intelectual. Un régimen igualitario que impusiese vestir de la misma manera, impediría a cada uno elegir la indumentaria preferida. En general, cada extensión de la esfera pública por razones igualitarias, pudiendo ser sólo impuesta, restringe la libertad de elección en la esfera privada, que es intrínsecamente no igualitaria, porque la libertad privada de los ricos es inmensamente más amplia que la de los pobres. La pérdida de libertad golpea naturalmente más al rico que al pobre, al cual la libertad de elegir el medio de transporte, el tipo de escuela, la manera de vestirse, se le niega habitualmente, no por una pública imposición, sino por la situación económica interna de la esfera privada
Es verdad que la igualdad tiene como efecto el delimitar la libertad tanto al rico como al pobre, pero con esta diferencia: el rico pierde la libertad de la que gozaba efectivamente, el pobre pierde una libertad potencial. Los ejemplos se podrían multiplicar. Cada uno puede constatar en su casa que la mayor igualdad, que más por el cambio de las costumbres que por efecto de normas constrictivas se va poniendo en práctica entre cónyuges, respecto al cuidado de los hijos, ha hecho asumir obligaciones, aunque todavía sólo morales, al marido que restringen su libertad anterior, por lo menos en el seno de la familia.
El mismo principio fundamental de aquella forma de igualitarismo mínimo que es propio de la doctrina liberal, según la cual todos los hombres tienen derecho a igual libertad, salvo excepciones que deben ser justificadas, implica que cada uno limite la propia libertad para hacerla compatible con la de todos los demás, de forma que no impida también a los demás gozar de su misma libertad. El estado de libertad salvaje, que se podría definir como el que una persona es tanto más libre cuanto mayor es su poder, el estado de naturaleza descrito por Hobbes y racionalizado por Spinoza, es un estado de guerra permanente entre todos por la supervivencia, del cual se puede salir sólo suprimiendo la libertad natural, o, como propone la doctrina liberal, reglamentándola.
Queda además por precisar el sentido de la expresión «igual libertad», que se utiliza como si fuera clara mientras es genérica y ambigua. Genérica, porque, como se ha observado muchas veces, no existe la libertad en general si no existen diversas libertades, de opinión, de prensa, de iniciativa económica, de reunión, de asociación, y es preciso especificar cada vez a cuál de ellas nos queremos referir; ambigua, porque tener una libertad igual a la de todos los demás quiere decir no sólo tener todas las libertades que los demás tienen, sino también tener igual posibilidad de gozar de cada una de estas libertades. Otra cosa es, en efecto, gozar en abstracto de todas las libertades de las que gozan los demás, otra gozar de cada libertad de igual manera que todos los demás. Hay que tomar en consideración esta diferencia, porque la doctrina liberal mantiene la primera en sus principios básicos, pero la práctica liberal no puede asegurar la segunda, sino interviniendo con disposiciones igualitarias limitativas y por lo tanto corrigiendo el principio general. Con esto no quiero decir que siempre una disposición igualitaria sea limitativa de la libertad. La extensión del sufragio masculino a las mujeres no ha limitado la libertad de voto a los hombres. Puede haber limitado su poder por el hecho de que el apoyo a un determinado gobierno ya no depende sólo de ellos, pero el derecho de votar no ha sido restringido. Así el reconocimiento de los derechos personales también inmigrantes no limita los derechos personales de los ciudadanos. Para conseguir la forma de igualdad en los casos expuestos anteriormente es necesaria una norma que imponga una obligación, y, como tal, restrinja la libertad. En los otros casos es suficiente una norma atributiva de los derechos a quien no los posea.
Finalmente es preciso hacer una observación elemental, que habitualmente no se hace: los dos conceptos de libertad y de igualdad no son simétricos. Mientras la libertad es un estatus de la persona, la igualdad indica una relación entre dos o más entidades. Prueba de esto es que «X es libre» es una proposición con sentido, mientras que «X es igual» no significa nada. Mientras el célebre dicho orwelliano: «Todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros», tiene un efecto irresistiblemente cómico, en cambio no suscita ninguna hilaridad, más bien es perfectamente comprensible, la afirmación de que todos son libres, pero algunos son más libres que otros. De manera que tiene sentido afirmar con Hegel que hay un tipo de régimen, el despotismo, donde uno solo es libre y todos los demás son criados, mientras no tendría sentido decir que existe una sociedad donde sólo uno es igual. Lo que puede explicar, entre otras cosas, por qué la libertad se puede considerar un bien individual, diversamente de la igualdad, que es siempre sólo un bien social, y también por qué la igualdad en la libertad no excluye que sean deseables otras formas de igualdad como la de la oportunidad y de la renta, que, requiriendo otras formas de igualamiento, pueden entrar en conflicto con la igualdad en la libertad.
[1] IX CICLO: Ciencias Sociales y turismo UN “JOSÉ FAUSTINO SANCHEZ CARRIÓN” (PROFOOSA-JAÉN);Asignatura: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
LIBERTAD Y AUTORIDAD
Por: Germán Cubas Mego[1]
La igualdad como ideal sumo, o incluso último, de una comunidad ordenada, justa y feliz, y por lo tanto, por una parte, como aspiración perenne de los hombres que conviven, y, por otra, como tema constante de las teorías e ideologías políticas, se acopla habitualmente con el ideal de la libertad, considerado éste también como supremo o último.
Los dos términos tienen un significado emotivo muy fuerte, también cuando se utilizan, como ocurre sobre todo, con un significado descriptivo impreciso como en el famoso trinomio «liberté, egalité, fraternité» (donde además el más indeterminado es el tercero). Se ha dicho que el popular postulado «todos los hombres deben ser iguales» tiene un significado puramente sugestivo, tanto que cualquier problema concerniente a la igualdad no se puede plantear correctamente si no se contesta a las tres preguntas: « ¿Entre quién? ¿En qué? ¿Con qué criterio?»; de la misma manera tiene un significado puramente emotivo el postulado «Todos los hombres tienen que ser libres», si no se contesta a la pregunta: « ¿Todos, absolutamente todos?», y si no se ofrece una justificación a las excepciones, como los niños, los locos, o quizás los esclavos por naturaleza según Aristóteles. En segundo lugar, si no se precisa qué es lo que se entiende por «libertad», puesto que la libertad de querer es otra cosa, a la cual se refiere la disputa sobre el libre arbitrio, otra cosa es la libertad de actuar en la que está particularmente interesada la filosofía política, que distingue distintos sentidos como la libertad negativa, la libertad de actuar propiamente dicha y la libertad como autonomía u obediencia a las leyes que cada uno se prescribe a sí mismo.
Además, sólo la respuesta a todas estas preguntas permite entender por qué hay situaciones donde la libertad (pero, ¿qué libertad?) y la igualdad (pero, ¿qué igualdad?) son compatibles y complementarias en la creación de la buena sociedad, y otras donde son incompatibles y se excluyen mutuamente, y otras aún donde es posible y recomendable una equilibrada atemperación de la una y de la otra. La historia reciente nos ha ofrecido el dramático testimonio de un sistema social donde la persecución de la igualdad no sólo formal sino bajo muchos aspectos también sustancial, se ha conseguido (además sólo en parte y de una manera muy inferior a las promesas) en detrimento de la libertad en todos sus significados (a excepción, quizás, sólo de la libertad de la necesidad). Al mismo tiempo seguimos teniendo siempre presente bajo nuestros ojos la sociedad en que vivimos, donde se saltan todas las libertades y con especial relieve la libertad económica, sin que nos preocupen, o preocupándonos sólo marginalmente, las desigualdades que derivan en este mismo mundo y, aún más visiblemente, en los mundos más lejanos.
Sin embargo no hay necesidad de recurrir a este gran contraste histórico que ha dividido a los seguidores de las dos ideologías dominantes desde hace mas de un siglo, liberalismo y socialismo, para darse cuenta de que ninguno de los dos ideales se puede llevar a cabo hasta sus extremas consecuencias sin que la puesta en práctica de uno limite la del otro. El ejemplo más evidente es el contraste entre el ideal de la libertad y el del orden. No nos podemos permitir negar que el orden sea un bien común en toda sociedad tanto que el término contrario «desorden» tiene una connotación negativa, como «opresión», contrario a «libertad», y «desigualdad», contrario a «igualdad». Sin embargo la experiencia histórica y la cotidiana nos enseñan que son dos bienes en contraste entre ellos, así que una buena convivencia no se puede fundar sino sobre un compromiso entre el uno y el otro, para evitar el límite extremo del estado totalitario o de la anarquía.
No es necesario, repito, remontarnos al gran contraste histórico actual entre comunismo y capitalismo, porque son infinitos los ejemplos que se pueden aportar en pequeños casos o mínimos de disposiciones igualitarias que limitan la libertad y, viceversa, de disposiciones libertarias que aumentan la desigualdad.
Una norma igualitaria, que impusiera a todos los ciudadanos servirse únicamente de los medios de transporte público para aligerar el tráfico, perjudicaría la libertad de elegir el medio de transporte preferido. La escuela primaria, como se ha instituido para todos los chicos después de la básica para conseguir la igualdad de oportunidades, ha limitado la libertad que existía antes, por lo menos para algunos, de elegir entre distintos tipos de escuela. Aún más limitativa que la libertad de elección sería una mayor puesta en práctica de la demanda igualitaria, a la cual una izquierda coherente no tendría que renunciar, de que todos los chicos, provengan de cualquier familia, sean encauzados en los primeros años a ejercer un trabajo manual además del intelectual. Un régimen igualitario que impusiese vestir de la misma manera, impediría a cada uno elegir la indumentaria preferida. En general, cada extensión de la esfera pública por razones igualitarias, pudiendo ser sólo impuesta, restringe la libertad de elección en la esfera privada, que es intrínsecamente no igualitaria, porque la libertad privada de los ricos es inmensamente más amplia que la de los pobres. La pérdida de libertad golpea naturalmente más al rico que al pobre, al cual la libertad de elegir el medio de transporte, el tipo de escuela, la manera de vestirse, se le niega habitualmente, no por una pública imposición, sino por la situación económica interna de la esfera privada
Es verdad que la igualdad tiene como efecto el delimitar la libertad tanto al rico como al pobre, pero con esta diferencia: el rico pierde la libertad de la que gozaba efectivamente, el pobre pierde una libertad potencial. Los ejemplos se podrían multiplicar. Cada uno puede constatar en su casa que la mayor igualdad, que más por el cambio de las costumbres que por efecto de normas constrictivas se va poniendo en práctica entre cónyuges, respecto al cuidado de los hijos, ha hecho asumir obligaciones, aunque todavía sólo morales, al marido que restringen su libertad anterior, por lo menos en el seno de la familia.
El mismo principio fundamental de aquella forma de igualitarismo mínimo que es propio de la doctrina liberal, según la cual todos los hombres tienen derecho a igual libertad, salvo excepciones que deben ser justificadas, implica que cada uno limite la propia libertad para hacerla compatible con la de todos los demás, de forma que no impida también a los demás gozar de su misma libertad. El estado de libertad salvaje, que se podría definir como el que una persona es tanto más libre cuanto mayor es su poder, el estado de naturaleza descrito por Hobbes y racionalizado por Spinoza, es un estado de guerra permanente entre todos por la supervivencia, del cual se puede salir sólo suprimiendo la libertad natural, o, como propone la doctrina liberal, reglamentándola.
Queda además por precisar el sentido de la expresión «igual libertad», que se utiliza como si fuera clara mientras es genérica y ambigua. Genérica, porque, como se ha observado muchas veces, no existe la libertad en general si no existen diversas libertades, de opinión, de prensa, de iniciativa económica, de reunión, de asociación, y es preciso especificar cada vez a cuál de ellas nos queremos referir; ambigua, porque tener una libertad igual a la de todos los demás quiere decir no sólo tener todas las libertades que los demás tienen, sino también tener igual posibilidad de gozar de cada una de estas libertades. Otra cosa es, en efecto, gozar en abstracto de todas las libertades de las que gozan los demás, otra gozar de cada libertad de igual manera que todos los demás. Hay que tomar en consideración esta diferencia, porque la doctrina liberal mantiene la primera en sus principios básicos, pero la práctica liberal no puede asegurar la segunda, sino interviniendo con disposiciones igualitarias limitativas y por lo tanto corrigiendo el principio general. Con esto no quiero decir que siempre una disposición igualitaria sea limitativa de la libertad. La extensión del sufragio masculino a las mujeres no ha limitado la libertad de voto a los hombres. Puede haber limitado su poder por el hecho de que el apoyo a un determinado gobierno ya no depende sólo de ellos, pero el derecho de votar no ha sido restringido. Así el reconocimiento de los derechos personales también inmigrantes no limita los derechos personales de los ciudadanos. Para conseguir la forma de igualdad en los casos expuestos anteriormente es necesaria una norma que imponga una obligación, y, como tal, restrinja la libertad. En los otros casos es suficiente una norma atributiva de los derechos a quien no los posea.
Finalmente es preciso hacer una observación elemental, que habitualmente no se hace: los dos conceptos de libertad y de igualdad no son simétricos. Mientras la libertad es un estatus de la persona, la igualdad indica una relación entre dos o más entidades. Prueba de esto es que «X es libre» es una proposición con sentido, mientras que «X es igual» no significa nada. Mientras el célebre dicho orwelliano: «Todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros», tiene un efecto irresistiblemente cómico, en cambio no suscita ninguna hilaridad, más bien es perfectamente comprensible, la afirmación de que todos son libres, pero algunos son más libres que otros. De manera que tiene sentido afirmar con Hegel que hay un tipo de régimen, el despotismo, donde uno solo es libre y todos los demás son criados, mientras no tendría sentido decir que existe una sociedad donde sólo uno es igual. Lo que puede explicar, entre otras cosas, por qué la libertad se puede considerar un bien individual, diversamente de la igualdad, que es siempre sólo un bien social, y también por qué la igualdad en la libertad no excluye que sean deseables otras formas de igualdad como la de la oportunidad y de la renta, que, requiriendo otras formas de igualamiento, pueden entrar en conflicto con la igualdad en la libertad.
[1] IX CICLO: Ciencias Sociales y turismo UN “JOSÉ FAUSTINO SANCHEZ CARRIÓN” (PROFOOSA-JAÉN);Asignatura: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
LIBERTAD Y AUTORIDAD
Por: Germán Cubas Mego[1]
La igualdad como ideal sumo, o incluso último, de una comunidad ordenada, justa y feliz, y por lo tanto, por una parte, como aspiración perenne de los hombres que conviven, y, por otra, como tema constante de las teorías e ideologías políticas, se acopla habitualmente con el ideal de la libertad, considerado éste también como supremo o último.
Los dos términos tienen un significado emotivo muy fuerte, también cuando se utilizan, como ocurre sobre todo, con un significado descriptivo impreciso como en el famoso trinomio «liberté, egalité, fraternité» (donde además el más indeterminado es el tercero). Se ha dicho que el popular postulado «todos los hombres deben ser iguales» tiene un significado puramente sugestivo, tanto que cualquier problema concerniente a la igualdad no se puede plantear correctamente si no se contesta a las tres preguntas: « ¿Entre quién? ¿En qué? ¿Con qué criterio?»; de la misma manera tiene un significado puramente emotivo el postulado «Todos los hombres tienen que ser libres», si no se contesta a la pregunta: « ¿Todos, absolutamente todos?», y si no se ofrece una justificación a las excepciones, como los niños, los locos, o quizás los esclavos por naturaleza según Aristóteles. En segundo lugar, si no se precisa qué es lo que se entiende por «libertad», puesto que la libertad de querer es otra cosa, a la cual se refiere la disputa sobre el libre arbitrio, otra cosa es la libertad de actuar en la que está particularmente interesada la filosofía política, que distingue distintos sentidos como la libertad negativa, la libertad de actuar propiamente dicha y la libertad como autonomía u obediencia a las leyes que cada uno se prescribe a sí mismo.
Además, sólo la respuesta a todas estas preguntas permite entender por qué hay situaciones donde la libertad (pero, ¿qué libertad?) y la igualdad (pero, ¿qué igualdad?) son compatibles y complementarias en la creación de la buena sociedad, y otras donde son incompatibles y se excluyen mutuamente, y otras aún donde es posible y recomendable una equilibrada atemperación de la una y de la otra. La historia reciente nos ha ofrecido el dramático testimonio de un sistema social donde la persecución de la igualdad no sólo formal sino bajo muchos aspectos también sustancial, se ha conseguido (además sólo en parte y de una manera muy inferior a las promesas) en detrimento de la libertad en todos sus significados (a excepción, quizás, sólo de la libertad de la necesidad). Al mismo tiempo seguimos teniendo siempre presente bajo nuestros ojos la sociedad en que vivimos, donde se saltan todas las libertades y con especial relieve la libertad económica, sin que nos preocupen, o preocupándonos sólo marginalmente, las desigualdades que derivan en este mismo mundo y, aún más visiblemente, en los mundos más lejanos.
Sin embargo no hay necesidad de recurrir a este gran contraste histórico que ha dividido a los seguidores de las dos ideologías dominantes desde hace mas de un siglo, liberalismo y socialismo, para darse cuenta de que ninguno de los dos ideales se puede llevar a cabo hasta sus extremas consecuencias sin que la puesta en práctica de uno limite la del otro. El ejemplo más evidente es el contraste entre el ideal de la libertad y el del orden. No nos podemos permitir negar que el orden sea un bien común en toda sociedad tanto que el término contrario «desorden» tiene una connotación negativa, como «opresión», contrario a «libertad», y «desigualdad», contrario a «igualdad». Sin embargo la experiencia histórica y la cotidiana nos enseñan que son dos bienes en contraste entre ellos, así que una buena convivencia no se puede fundar sino sobre un compromiso entre el uno y el otro, para evitar el límite extremo del estado totalitario o de la anarquía.
No es necesario, repito, remontarnos al gran contraste histórico actual entre comunismo y capitalismo, porque son infinitos los ejemplos que se pueden aportar en pequeños casos o mínimos de disposiciones igualitarias que limitan la libertad y, viceversa, de disposiciones libertarias que aumentan la desigualdad.
Una norma igualitaria, que impusiera a todos los ciudadanos servirse únicamente de los medios de transporte público para aligerar el tráfico, perjudicaría la libertad de elegir el medio de transporte preferido. La escuela primaria, como se ha instituido para todos los chicos después de la básica para conseguir la igualdad de oportunidades, ha limitado la libertad que existía antes, por lo menos para algunos, de elegir entre distintos tipos de escuela. Aún más limitativa que la libertad de elección sería una mayor puesta en práctica de la demanda igualitaria, a la cual una izquierda coherente no tendría que renunciar, de que todos los chicos, provengan de cualquier familia, sean encauzados en los primeros años a ejercer un trabajo manual además del intelectual. Un régimen igualitario que impusiese vestir de la misma manera, impediría a cada uno elegir la indumentaria preferida. En general, cada extensión de la esfera pública por razones igualitarias, pudiendo ser sólo impuesta, restringe la libertad de elección en la esfera privada, que es intrínsecamente no igualitaria, porque la libertad privada de los ricos es inmensamente más amplia que la de los pobres. La pérdida de libertad golpea naturalmente más al rico que al pobre, al cual la libertad de elegir el medio de transporte, el tipo de escuela, la manera de vestirse, se le niega habitualmente, no por una pública imposición, sino por la situación económica interna de la esfera privada
Es verdad que la igualdad tiene como efecto el delimitar la libertad tanto al rico como al pobre, pero con esta diferencia: el rico pierde la libertad de la que gozaba efectivamente, el pobre pierde una libertad potencial. Los ejemplos se podrían multiplicar. Cada uno puede constatar en su casa que la mayor igualdad, que más por el cambio de las costumbres que por efecto de normas constrictivas se va poniendo en práctica entre cónyuges, respecto al cuidado de los hijos, ha hecho asumir obligaciones, aunque todavía sólo morales, al marido que restringen su libertad anterior, por lo menos en el seno de la familia.
El mismo principio fundamental de aquella forma de igualitarismo mínimo que es propio de la doctrina liberal, según la cual todos los hombres tienen derecho a igual libertad, salvo excepciones que deben ser justificadas, implica que cada uno limite la propia libertad para hacerla compatible con la de todos los demás, de forma que no impida también a los demás gozar de su misma libertad. El estado de libertad salvaje, que se podría definir como el que una persona es tanto más libre cuanto mayor es su poder, el estado de naturaleza descrito por Hobbes y racionalizado por Spinoza, es un estado de guerra permanente entre todos por la supervivencia, del cual se puede salir sólo suprimiendo la libertad natural, o, como propone la doctrina liberal, reglamentándola.
Queda además por precisar el sentido de la expresión «igual libertad», que se utiliza como si fuera clara mientras es genérica y ambigua. Genérica, porque, como se ha observado muchas veces, no existe la libertad en general si no existen diversas libertades, de opinión, de prensa, de iniciativa económica, de reunión, de asociación, y es preciso especificar cada vez a cuál de ellas nos queremos referir; ambigua, porque tener una libertad igual a la de todos los demás quiere decir no sólo tener todas las libertades que los demás tienen, sino también tener igual posibilidad de gozar de cada una de estas libertades. Otra cosa es, en efecto, gozar en abstracto de todas las libertades de las que gozan los demás, otra gozar de cada libertad de igual manera que todos los demás. Hay que tomar en consideración esta diferencia, porque la doctrina liberal mantiene la primera en sus principios básicos, pero la práctica liberal no puede asegurar la segunda, sino interviniendo con disposiciones igualitarias limitativas y por lo tanto corrigiendo el principio general. Con esto no quiero decir que siempre una disposición igualitaria sea limitativa de la libertad. La extensión del sufragio masculino a las mujeres no ha limitado la libertad de voto a los hombres. Puede haber limitado su poder por el hecho de que el apoyo a un determinado gobierno ya no depende sólo de ellos, pero el derecho de votar no ha sido restringido. Así el reconocimiento de los derechos personales también inmigrantes no limita los derechos personales de los ciudadanos. Para conseguir la forma de igualdad en los casos expuestos anteriormente es necesaria una norma que imponga una obligación, y, como tal, restrinja la libertad. En los otros casos es suficiente una norma atributiva de los derechos a quien no los posea.
Finalmente es preciso hacer una observación elemental, que habitualmente no se hace: los dos conceptos de libertad y de igualdad no son simétricos. Mientras la libertad es un estatus de la persona, la igualdad indica una relación entre dos o más entidades. Prueba de esto es que «X es libre» es una proposición con sentido, mientras que «X es igual» no significa nada. Mientras el célebre dicho orwelliano: «Todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros», tiene un efecto irresistiblemente cómico, en cambio no suscita ninguna hilaridad, más bien es perfectamente comprensible, la afirmación de que todos son libres, pero algunos son más libres que otros. De manera que tiene sentido afirmar con Hegel que hay un tipo de régimen, el despotismo, donde uno solo es libre y todos los demás son criados, mientras no tendría sentido decir que existe una sociedad donde sólo uno es igual. Lo que puede explicar, entre otras cosas, por qué la libertad se puede considerar un bien individual, diversamente de la igualdad, que es siempre sólo un bien social, y también por qué la igualdad en la libertad no excluye que sean deseables otras formas de igualdad como la de la oportunidad y de la renta, que, requiriendo otras formas de igualamiento, pueden entrar en conflicto con la igualdad en la libertad.
[1] IX CICLO: Ciencias Sociales y turismo UN “JOSÉ FAUSTINO SANCHEZ CARRIÓN” (PROFOOSA-JAÉN);Asignatura: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICALIBERTAD Y AUTORIDAD
Por: Germán Cubas Mego[1]
La igualdad como ideal sumo, o incluso último, de una comunidad ordenada, justa y feliz, y por lo tanto, por una parte, como aspiración perenne de los hombres que conviven, y, por otra, como tema constante de las teorías e ideologías políticas, se acopla habitualmente con el ideal de la libertad, considerado éste también como supremo o último.
Los dos términos tienen un significado emotivo muy fuerte, también cuando se utilizan, como ocurre sobre todo, con un significado descriptivo impreciso como en el famoso trinomio «liberté, egalité, fraternité» (donde además el más indeterminado es el tercero). Se ha dicho que el popular postulado «todos los hombres deben ser iguales» tiene un significado puramente sugestivo, tanto que cualquier problema concerniente a la igualdad no se puede plantear correctamente si no se contesta a las tres preguntas: « ¿Entre quién? ¿En qué? ¿Con qué criterio?»; de la misma manera tiene un significado puramente emotivo el postulado «Todos los hombres tienen que ser libres», si no se contesta a la pregunta: « ¿Todos, absolutamente todos?», y si no se ofrece una justificación a las excepciones, como los niños, los locos, o quizás los esclavos por naturaleza según Aristóteles. En segundo lugar, si no se precisa qué es lo que se entiende por «libertad», puesto que la libertad de querer es otra cosa, a la cual se refiere la disputa sobre el libre arbitrio, otra cosa es la libertad de actuar en la que está particularmente interesada la filosofía política, que distingue distintos sentidos como la libertad negativa, la libertad de actuar propiamente dicha y la libertad como autonomía u obediencia a las leyes que cada uno se prescribe a sí mismo.
Además, sólo la respuesta a todas estas preguntas permite entender por qué hay situaciones donde la libertad (pero, ¿qué libertad?) y la igualdad (pero, ¿qué igualdad?) son compatibles y complementarias en la creación de la buena sociedad, y otras donde son incompatibles y se excluyen mutuamente, y otras aún donde es posible y recomendable una equilibrada atemperación de la una y de la otra. La historia reciente nos ha ofrecido el dramático testimonio de un sistema social donde la persecución de la igualdad no sólo formal sino bajo muchos aspectos también sustancial, se ha conseguido (además sólo en parte y de una manera muy inferior a las promesas) en detrimento de la libertad en todos sus significados (a excepción, quizás, sólo de la libertad de la necesidad). Al mismo tiempo seguimos teniendo siempre presente bajo nuestros ojos la sociedad en que vivimos, donde se saltan todas las libertades y con especial relieve la libertad económica, sin que nos preocupen, o preocupándonos sólo marginalmente, las desigualdades que derivan en este mismo mundo y, aún más visiblemente, en los mundos más lejanos.
Sin embargo no hay necesidad de recurrir a este gran contraste histórico que ha dividido a los seguidores de las dos ideologías dominantes desde hace mas de un siglo, liberalismo y socialismo, para darse cuenta de que ninguno de los dos ideales se puede llevar a cabo hasta sus extremas consecuencias sin que la puesta en práctica de uno limite la del otro. El ejemplo más evidente es el contraste entre el ideal de la libertad y el del orden. No nos podemos permitir negar que el orden sea un bien común en toda sociedad tanto que el término contrario «desorden» tiene una connotación negativa, como «opresión», contrario a «libertad», y «desigualdad», contrario a «igualdad». Sin embargo la experiencia histórica y la cotidiana nos enseñan que son dos bienes en contraste entre ellos, así que una buena convivencia no se puede fundar sino sobre un compromiso entre el uno y el otro, para evitar el límite extremo del estado totalitario o de la anarquía.
No es necesario, repito, remontarnos al gran contraste histórico actual entre comunismo y capitalismo, porque son infinitos los ejemplos que se pueden aportar en pequeños casos o mínimos de disposiciones igualitarias que limitan la libertad y, viceversa, de disposiciones libertarias que aumentan la desigualdad.
Una norma igualitaria, que impusiera a todos los ciudadanos servirse únicamente de los medios de transporte público para aligerar el tráfico, perjudicaría la libertad de elegir el medio de transporte preferido. La escuela primaria, como se ha instituido para todos los chicos después de la básica para conseguir la igualdad de oportunidades, ha limitado la libertad que existía antes, por lo menos para algunos, de elegir entre distintos tipos de escuela. Aún más limitativa que la libertad de elección sería una mayor puesta en práctica de la demanda igualitaria, a la cual una izquierda coherente no tendría que renunciar, de que todos los chicos, provengan de cualquier familia, sean encauzados en los primeros años a ejercer un trabajo manual además del intelectual. Un régimen igualitario que impusiese vestir de la misma manera, impediría a cada uno elegir la indumentaria preferida. En general, cada extensión de la esfera pública por razones igualitarias, pudiendo ser sólo impuesta, restringe la libertad de elección en la esfera privada, que es intrínsecamente no igualitaria, porque la libertad privada de los ricos es inmensamente más amplia que la de los pobres. La pérdida de libertad golpea naturalmente más al rico que al pobre, al cual la libertad de elegir el medio de transporte, el tipo de escuela, la manera de vestirse, se le niega habitualmente, no por una pública imposición, sino por la situación económica interna de la esfera privada
Es verdad que la igualdad tiene como efecto el delimitar la libertad tanto al rico como al pobre, pero con esta diferencia: el rico pierde la libertad de la que gozaba efectivamente, el pobre pierde una libertad potencial. Los ejemplos se podrían multiplicar. Cada uno puede constatar en su casa que la mayor igualdad, que más por el cambio de las costumbres que por efecto de normas constrictivas se va poniendo en práctica entre cónyuges, respecto al cuidado de los hijos, ha hecho asumir obligaciones, aunque todavía sólo morales, al marido que restringen su libertad anterior, por lo menos en el seno de la familia.
El mismo principio fundamental de aquella forma de igualitarismo mínimo que es propio de la doctrina liberal, según la cual todos los hombres tienen derecho a igual libertad, salvo excepciones que deben ser justificadas, implica que cada uno limite la propia libertad para hacerla compatible con la de todos los demás, de forma que no impida también a los demás gozar de su misma libertad. El estado de libertad salvaje, que se podría definir como el que una persona es tanto más libre cuanto mayor es su poder, el estado de naturaleza descrito por Hobbes y racionalizado por Spinoza, es un estado de guerra permanente entre todos por la supervivencia, del cual se puede salir sólo suprimiendo la libertad natural, o, como propone la doctrina liberal, reglamentándola.
Queda además por precisar el sentido de la expresión «igual libertad», que se utiliza como si fuera clara mientras es genérica y ambigua. Genérica, porque, como se ha observado muchas veces, no existe la libertad en general si no existen diversas libertades, de opinión, de prensa, de iniciativa económica, de reunión, de asociación, y es preciso especificar cada vez a cuál de ellas nos queremos referir; ambigua, porque tener una libertad igual a la de todos los demás quiere decir no sólo tener todas las libertades que los demás tienen, sino también tener igual posibilidad de gozar de cada una de estas libertades. Otra cosa es, en efecto, gozar en abstracto de todas las libertades de las que gozan los demás, otra gozar de cada libertad de igual manera que todos los demás. Hay que tomar en consideración esta diferencia, porque la doctrina liberal mantiene la primera en sus principios básicos, pero la práctica liberal no puede asegurar la segunda, sino interviniendo con disposiciones igualitarias limitativas y por lo tanto corrigiendo el principio general. Con esto no quiero decir que siempre una disposición igualitaria sea limitativa de la libertad. La extensión del sufragio masculino a las mujeres no ha limitado la libertad de voto a los hombres. Puede haber limitado su poder por el hecho de que el apoyo a un determinado gobierno ya no depende sólo de ellos, pero el derecho de votar no ha sido restringido. Así el reconocimiento de los derechos personales también inmigrantes no limita los derechos personales de los ciudadanos. Para conseguir la forma de igualdad en los casos expuestos anteriormente es necesaria una norma que imponga una obligación, y, como tal, restrinja la libertad. En los otros casos es suficiente una norma atributiva de los derechos a quien no los posea.
Finalmente es preciso hacer una observación elemental, que habitualmente no se hace: los dos conceptos de libertad y de igualdad no son simétricos. Mientras la libertad es un estatus de la persona, la igualdad indica una relación entre dos o más entidades. Prueba de esto es que «X es libre» es una proposición con sentido, mientras que «X es igual» no significa nada. Mientras el célebre dicho orwelliano: «Todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros», tiene un efecto irresistiblemente cómico, en cambio no suscita ninguna hilaridad, más bien es perfectamente comprensible, la afirmación de que todos son libres, pero algunos son más libres que otros. De manera que tiene sentido afirmar con Hegel que hay un tipo de régimen, el despotismo, donde uno solo es libre y todos los demás son criados, mientras no tendría sentido decir que existe una sociedad donde sólo uno es igual. Lo que puede explicar, entre otras cosas, por qué la libertad se puede considerar un bien individual, diversamente de la igualdad, que es siempre sólo un bien social, y también por qué la igualdad en la libertad no excluye que sean deseables otras formas de igualdad como la de la oportunidad y de la renta, que, requiriendo otras formas de igualamiento, pueden entrar en conflicto con la igualdad en la libertad.
[1] IX CICLO: Ciencias Sociales y turismo UN “JOSÉ FAUSTINO SANCHEZ CARRIÓN” (PROFOOSA-JAÉN);Asignatura: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
LIBERTAD Y AUTORIDAD
Por: Germán Cubas Mego[1]
La igualdad como ideal sumo, o incluso último, de una comunidad ordenada, justa y feliz, y por lo tanto, por una parte, como aspiración perenne de los hombres que conviven, y, por otra, como tema constante de las teorías e ideologías políticas, se acopla habitualmente con el ideal de la libertad, considerado éste también como supremo o último.
Los dos términos tienen un significado emotivo muy fuerte, también cuando se utilizan, como ocurre sobre todo, con un significado descriptivo impreciso como en el famoso trinomio «liberté, egalité, fraternité» (donde además el más indeterminado es el tercero). Se ha dicho que el popular postulado «todos los hombres deben ser iguales» tiene un significado puramente sugestivo, tanto que cualquier problema concerniente a la igualdad no se puede plantear correctamente si no se contesta a las tres preguntas: « ¿Entre quién? ¿En qué? ¿Con qué criterio?»; de la misma manera tiene un significado puramente emotivo el postulado «Todos los hombres tienen que ser libres», si no se contesta a la pregunta: « ¿Todos, absolutamente todos?», y si no se ofrece una justificación a las excepciones, como los niños, los locos, o quizás los esclavos por naturaleza según Aristóteles. En segundo lugar, si no se precisa qué es lo que se entiende por «libertad», puesto que la libertad de querer es otra cosa, a la cual se refiere la disputa sobre el libre arbitrio, otra cosa es la libertad de actuar en la que está particularmente interesada la filosofía política, que distingue distintos sentidos como la libertad negativa, la libertad de actuar propiamente dicha y la libertad como autonomía u obediencia a las leyes que cada uno se prescribe a sí mismo.
Además, sólo la respuesta a todas estas preguntas permite entender por qué hay situaciones donde la libertad (pero, ¿qué libertad?) y la igualdad (pero, ¿qué igualdad?) son compatibles y complementarias en la creación de la buena sociedad, y otras donde son incompatibles y se excluyen mutuamente, y otras aún donde es posible y recomendable una equilibrada atemperación de la una y de la otra. La historia reciente nos ha ofrecido el dramático testimonio de un sistema social donde la persecución de la igualdad no sólo formal sino bajo muchos aspectos también sustancial, se ha conseguido (además sólo en parte y de una manera muy inferior a las promesas) en detrimento de la libertad en todos sus significados (a excepción, quizás, sólo de la libertad de la necesidad). Al mismo tiempo seguimos teniendo siempre presente bajo nuestros ojos la sociedad en que vivimos, donde se saltan todas las libertades y con especial relieve la libertad económica, sin que nos preocupen, o preocupándonos sólo marginalmente, las desigualdades que derivan en este mismo mundo y, aún más visiblemente, en los mundos más lejanos.
Sin embargo no hay necesidad de recurrir a este gran contraste histórico que ha dividido a los seguidores de las dos ideologías dominantes desde hace mas de un siglo, liberalismo y socialismo, para darse cuenta de que ninguno de los dos ideales se puede llevar a cabo hasta sus extremas consecuencias sin que la puesta en práctica de uno limite la del otro. El ejemplo más evidente es el contraste entre el ideal de la libertad y el del orden. No nos podemos permitir negar que el orden sea un bien común en toda sociedad tanto que el término contrario «desorden» tiene una connotación negativa, como «opresión», contrario a «libertad», y «desigualdad», contrario a «igualdad». Sin embargo la experiencia histórica y la cotidiana nos enseñan que son dos bienes en contraste entre ellos, así que una buena convivencia no se puede fundar sino sobre un compromiso entre el uno y el otro, para evitar el límite extremo del estado totalitario o de la anarquía.
No es necesario, repito, remontarnos al gran contraste histórico actual entre comunismo y capitalismo, porque son infinitos los ejemplos que se pueden aportar en pequeños casos o mínimos de disposiciones igualitarias que limitan la libertad y, viceversa, de disposiciones libertarias que aumentan la desigualdad.
Una norma igualitaria, que impusiera a todos los ciudadanos servirse únicamente de los medios de transporte público para aligerar el tráfico, perjudicaría la libertad de elegir el medio de transporte preferido. La escuela primaria, como se ha instituido para todos los chicos después de la básica para conseguir la igualdad de oportunidades, ha limitado la libertad que existía antes, por lo menos para algunos, de elegir entre distintos tipos de escuela. Aún más limitativa que la libertad de elección sería una mayor puesta en práctica de la demanda igualitaria, a la cual una izquierda coherente no tendría que renunciar, de que todos los chicos, provengan de cualquier familia, sean encauzados en los primeros años a ejercer un trabajo manual además del intelectual. Un régimen igualitario que impusiese vestir de la misma manera, impediría a cada uno elegir la indumentaria preferida. En general, cada extensión de la esfera pública por razones igualitarias, pudiendo ser sólo impuesta, restringe la libertad de elección en la esfera privada, que es intrínsecamente no igualitaria, porque la libertad privada de los ricos es inmensamente más amplia que la de los pobres. La pérdida de libertad golpea naturalmente más al rico que al pobre, al cual la libertad de elegir el medio de transporte, el tipo de escuela, la manera de vestirse, se le niega habitualmente, no por una pública imposición, sino por la situación económica interna de la esfera privada
Es verdad que la igualdad tiene como efecto el delimitar la libertad tanto al rico como al pobre, pero con esta diferencia: el rico pierde la libertad de la que gozaba efectivamente, el pobre pierde una libertad potencial. Los ejemplos se podrían multiplicar. Cada uno puede constatar en su casa que la mayor igualdad, que más por el cambio de las costumbres que por efecto de normas constrictivas se va poniendo en práctica entre cónyuges, respecto al cuidado de los hijos, ha hecho asumir obligaciones, aunque todavía sólo morales, al marido que restringen su libertad anterior, por lo menos en el seno de la familia.
El mismo principio fundamental de aquella forma de igualitarismo mínimo que es propio de la doctrina liberal, según la cual todos los hombres tienen derecho a igual libertad, salvo excepciones que deben ser justificadas, implica que cada uno limite la propia libertad para hacerla compatible con la de todos los demás, de forma que no impida también a los demás gozar de su misma libertad. El estado de libertad salvaje, que se podría definir como el que una persona es tanto más libre cuanto mayor es su poder, el estado de naturaleza descrito por Hobbes y racionalizado por Spinoza, es un estado de guerra permanente entre todos por la supervivencia, del cual se puede salir sólo suprimiendo la libertad natural, o, como propone la doctrina liberal, reglamentándola.
Queda además por precisar el sentido de la expresión «igual libertad», que se utiliza como si fuera clara mientras es genérica y ambigua. Genérica, porque, como se ha observado muchas veces, no existe la libertad en general si no existen diversas libertades, de opinión, de prensa, de iniciativa económica, de reunión, de asociación, y es preciso especificar cada vez a cuál de ellas nos queremos referir; ambigua, porque tener una libertad igual a la de todos los demás quiere decir no sólo tener todas las libertades que los demás tienen, sino también tener igual posibilidad de gozar de cada una de estas libertades. Otra cosa es, en efecto, gozar en abstracto de todas las libertades de las que gozan los demás, otra gozar de cada libertad de igual manera que todos los demás. Hay que tomar en consideración esta diferencia, porque la doctrina liberal mantiene la primera en sus principios básicos, pero la práctica liberal no puede asegurar la segunda, sino interviniendo con disposiciones igualitarias limitativas y por lo tanto corrigiendo el principio general. Con esto no quiero decir que siempre una disposición igualitaria sea limitativa de la libertad. La extensión del sufragio masculino a las mujeres no ha limitado la libertad de voto a los hombres. Puede haber limitado su poder por el hecho de que el apoyo a un determinado gobierno ya no depende sólo de ellos, pero el derecho de votar no ha sido restringido. Así el reconocimiento de los derechos personales también inmigrantes no limita los derechos personales de los ciudadanos. Para conseguir la forma de igualdad en los casos expuestos anteriormente es necesaria una norma que imponga una obligación, y, como tal, restrinja la libertad. En los otros casos es suficiente una norma atributiva de los derechos a quien no los posea.
Finalmente es preciso hacer una observación elemental, que habitualmente no se hace: los dos conceptos de libertad y de igualdad no son simétricos. Mientras la libertad es un estatus de la persona, la igualdad indica una relación entre dos o más entidades. Prueba de esto es que «X es libre» es una proposición con sentido, mientras que «X es igual» no significa nada. Mientras el célebre dicho orwelliano: «Todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros», tiene un efecto irresistiblemente cómico, en cambio no suscita ninguna hilaridad, más bien es perfectamente comprensible, la afirmación de que todos son libres, pero algunos son más libres que otros. De manera que tiene sentido afirmar con Hegel que hay un tipo de régimen, el despotismo, donde uno solo es libre y todos los demás son criados, mientras no tendría sentido decir que existe una sociedad donde sólo uno es igual. Lo que puede explicar, entre otras cosas, por qué la libertad se puede considerar un bien individual, diversamente de la igualdad, que es siempre sólo un bien social, y también por qué la igualdad en la libertad no excluye que sean deseables otras formas de igualdad como la de la oportunidad y de la renta, que, requiriendo otras formas de igualamiento, pueden entrar en conflicto con la igualdad en la libertad.
[1] IX CICLO: Ciencias Sociales y turismo UN “JOSÉ FAUSTINO SANCHEZ CARRIÓN” (PROFOOSA-JAÉN);Asignatura: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
LIBERTAD Y AUTORIDAD
Por: Germán Cubas Mego[1]
La igualdad como ideal sumo, o incluso último, de una comunidad ordenada, justa y feliz, y por lo tanto, por una parte, como aspiración perenne de los hombres que conviven, y, por otra, como tema constante de las teorías e ideologías políticas, se acopla habitualmente con el ideal de la libertad, considerado éste también como supremo o último.
Los dos términos tienen un significado emotivo muy fuerte, también cuando se utilizan, como ocurre sobre todo, con un significado descriptivo impreciso como en el famoso trinomio «liberté, egalité, fraternité» (donde además el más indeterminado es el tercero). Se ha dicho que el popular postulado «todos los hombres deben ser iguales» tiene un significado puramente sugestivo, tanto que cualquier problema concerniente a la igualdad no se puede plantear correctamente si no se contesta a las tres preguntas: « ¿Entre quién? ¿En qué? ¿Con qué criterio?»; de la misma manera tiene un significado puramente emotivo el postulado «Todos los hombres tienen que ser libres», si no se contesta a la pregunta: « ¿Todos, absolutamente todos?», y si no se ofrece una justificación a las excepciones, como los niños, los locos, o quizás los esclavos por naturaleza según Aristóteles. En segundo lugar, si no se precisa qué es lo que se entiende por «libertad», puesto que la libertad de querer es otra cosa, a la cual se refiere la disputa sobre el libre arbitrio, otra cosa es la libertad de actuar en la que está particularmente interesada la filosofía política, que distingue distintos sentidos como la libertad negativa, la libertad de actuar propiamente dicha y la libertad como autonomía u obediencia a las leyes que cada uno se prescribe a sí mismo.
Además, sólo la respuesta a todas estas preguntas permite entender por qué hay situaciones donde la libertad (pero, ¿qué libertad?) y la igualdad (pero, ¿qué igualdad?) son compatibles y complementarias en la creación de la buena sociedad, y otras donde son incompatibles y se excluyen mutuamente, y otras aún donde es posible y recomendable una equilibrada atemperación de la una y de la otra. La historia reciente nos ha ofrecido el dramático testimonio de un sistema social donde la persecución de la igualdad no sólo formal sino bajo muchos aspectos también sustancial, se ha conseguido (además sólo en parte y de una manera muy inferior a las promesas) en detrimento de la libertad en todos sus significados (a excepción, quizás, sólo de la libertad de la necesidad). Al mismo tiempo seguimos teniendo siempre presente bajo nuestros ojos la sociedad en que vivimos, donde se saltan todas las libertades y con especial relieve la libertad económica, sin que nos preocupen, o preocupándonos sólo marginalmente, las desigualdades que derivan en este mismo mundo y, aún más visiblemente, en los mundos más lejanos.
Sin embargo no hay necesidad de recurrir a este gran contraste histórico que ha dividido a los seguidores de las dos ideologías dominantes desde hace mas de un siglo, liberalismo y socialismo, para darse cuenta de que ninguno de los dos ideales se puede llevar a cabo hasta sus extremas consecuencias sin que la puesta en práctica de uno limite la del otro. El ejemplo más evidente es el contraste entre el ideal de la libertad y el del orden. No nos podemos permitir negar que el orden sea un bien común en toda sociedad tanto que el término contrario «desorden» tiene una connotación negativa, como «opresión», contrario a «libertad», y «desigualdad», contrario a «igualdad». Sin embargo la experiencia histórica y la cotidiana nos enseñan que son dos bienes en contraste entre ellos, así que una buena convivencia no se puede fundar sino sobre un compromiso entre el uno y el otro, para evitar el límite extremo del estado totalitario o de la anarquía.
No es necesario, repito, remontarnos al gran contraste histórico actual entre comunismo y capitalismo, porque son infinitos los ejemplos que se pueden aportar en pequeños casos o mínimos de disposiciones igualitarias que limitan la libertad y, viceversa, de disposiciones libertarias que aumentan la desigualdad.
Una norma igualitaria, que impusiera a todos los ciudadanos servirse únicamente de los medios de transporte público para aligerar el tráfico, perjudicaría la libertad de elegir el medio de transporte preferido. La escuela primaria, como se ha instituido para todos los chicos después de la básica para conseguir la igualdad de oportunidades, ha limitado la libertad que existía antes, por lo menos para algunos, de elegir entre distintos tipos de escuela. Aún más limitativa que la libertad de elección sería una mayor puesta en práctica de la demanda igualitaria, a la cual una izquierda coherente no tendría que renunciar, de que todos los chicos, provengan de cualquier familia, sean encauzados en los primeros años a ejercer un trabajo manual además del intelectual. Un régimen igualitario que impusiese vestir de la misma manera, impediría a cada uno elegir la indumentaria preferida. En general, cada extensión de la esfera pública por razones igualitarias, pudiendo ser sólo impuesta, restringe la libertad de elección en la esfera privada, que es intrínsecamente no igualitaria, porque la libertad privada de los ricos es inmensamente más amplia que la de los pobres. La pérdida de libertad golpea naturalmente más al rico que al pobre, al cual la libertad de elegir el medio de transporte, el tipo de escuela, la manera de vestirse, se le niega habitualmente, no por una pública imposición, sino por la situación económica interna de la esfera privada
Es verdad que la igualdad tiene como efecto el delimitar la libertad tanto al rico como al pobre, pero con esta diferencia: el rico pierde la libertad de la que gozaba efectivamente, el pobre pierde una libertad potencial. Los ejemplos se podrían multiplicar. Cada uno puede constatar en su casa que la mayor igualdad, que más por el cambio de las costumbres que por efecto de normas constrictivas se va poniendo en práctica entre cónyuges, respecto al cuidado de los hijos, ha hecho asumir obligaciones, aunque todavía sólo morales, al marido que restringen su libertad anterior, por lo menos en el seno de la familia.
El mismo principio fundamental de aquella forma de igualitarismo mínimo que es propio de la doctrina liberal, según la cual todos los hombres tienen derecho a igual libertad, salvo excepciones que deben ser justificadas, implica que cada uno limite la propia libertad para hacerla compatible con la de todos los demás, de forma que no impida también a los demás gozar de su misma libertad. El estado de libertad salvaje, que se podría definir como el que una persona es tanto más libre cuanto mayor es su poder, el estado de naturaleza descrito por Hobbes y racionalizado por Spinoza, es un estado de guerra permanente entre todos por la supervivencia, del cual se puede salir sólo suprimiendo la libertad natural, o, como propone la doctrina liberal, reglamentándola.
Queda además por precisar el sentido de la expresión «igual libertad», que se utiliza como si fuera clara mientras es genérica y ambigua. Genérica, porque, como se ha observado muchas veces, no existe la libertad en general si no existen diversas libertades, de opinión, de prensa, de iniciativa económica, de reunión, de asociación, y es preciso especificar cada vez a cuál de ellas nos queremos referir; ambigua, porque tener una libertad igual a la de todos los demás quiere decir no sólo tener todas las libertades que los demás tienen, sino también tener igual posibilidad de gozar de cada una de estas libertades. Otra cosa es, en efecto, gozar en abstracto de todas las libertades de las que gozan los demás, otra gozar de cada libertad de igual manera que todos los demás. Hay que tomar en consideración esta diferencia, porque la doctrina liberal mantiene la primera en sus principios básicos, pero la práctica liberal no puede asegurar la segunda, sino interviniendo con disposiciones igualitarias limitativas y por lo tanto corrigiendo el principio general. Con esto no quiero decir que siempre una disposición igualitaria sea limitativa de la libertad. La extensión del sufragio masculino a las mujeres no ha limitado la libertad de voto a los hombres. Puede haber limitado su poder por el hecho de que el apoyo a un determinado gobierno ya no depende sólo de ellos, pero el derecho de votar no ha sido restringido. Así el reconocimiento de los derechos personales también inmigrantes no limita los derechos personales de los ciudadanos. Para conseguir la forma de igualdad en los casos expuestos anteriormente es necesaria una norma que imponga una obligación, y, como tal, restrinja la libertad. En los otros casos es suficiente una norma atributiva de los derechos a quien no los posea.
Finalmente es preciso hacer una observación elemental, que habitualmente no se hace: los dos conceptos de libertad y de igualdad no son simétricos. Mientras la libertad es un estatus de la persona, la igualdad indica una relación entre dos o más entidades. Prueba de esto es que «X es libre» es una proposición con sentido, mientras que «X es igual» no significa nada. Mientras el célebre dicho orwelliano: «Todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros», tiene un efecto irresistiblemente cómico, en cambio no suscita ninguna hilaridad, más bien es perfectamente comprensible, la afirmación de que todos son libres, pero algunos son más libres que otros. De manera que tiene sentido afirmar con Hegel que hay un tipo de régimen, el despotismo, donde uno solo es libre y todos los demás son criados, mientras no tendría sentido decir que existe una sociedad donde sólo uno es igual. Lo que puede explicar, entre otras cosas, por qué la libertad se puede considerar un bien individual, diversamente de la igualdad, que es siempre sólo un bien social, y también por qué la igualdad en la libertad no excluye que sean deseables otras formas de igualdad como la de la oportunidad y de la renta, que, requiriendo otras formas de igualamiento, pueden entrar en conflicto con la igualdad en la libertad.
[1] IX CICLO: Ciencias Sociales y turismo UN “JOSÉ FAUSTINO SANCHEZ CARRIÓN” (PROFOOSA-JAÉN);Asignatura: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA